El deporte une a las personas y una vez más lo demostró anoche, una persona grande: Pau Gasol, el incombustible jugador catalán, con sus 40 puntos devolvió de nuevo al baloncesto español a la élite, de la que no nos gusta bajarnos ni para tomar una cerveza sin alcohol.
“Ganar, ganar y ganar” decía Luis Aragonés a ritmo de mantra, el sabio de mi barrio, Hortaleza, sabía lo que se jugaba, como anoche los nuestros ante más de 27 mil seguidores franceses, que tal vez hoy se han despertado cabizbajos pensando lo que pudo ser y no fue y de esta manera nos devuelven el balón que se nos había quedado apalancado en su tejado. Si pensara como un niño, me gustaría que Pau Gasol no envejeciera y que como un Peter Pan de barrio siguiera jugando siempre al baloncesto y con él, el resto de jugadores magníficos de la selección española representantes de una generación de oro y que tantas alegrías nos están regalando durante los últimos años. A veces con ciertas cucharadas de aceite de ricino que después nos hacen disfrutar más del Virgen Extra cuando toca y que nos sabe, rico, rico, saborearlo nuevamente. El deporte que nos une, tampoco sabe de regiones ni de autonomías cuando se compite y se gana y que un catalán como Pau Gasol abandere el nombre de España y lo eleve por encima de los 2,15 metros de altura, me libera de todos aquellos prejuicios que me quieren hacer creer que unos y otros somos diferentes. Afortunadamente para todos aquellos que nos gusta el deporte, tenemos a un equipo de hombres de talla, capaces de escalar estos muros de desconfianza que nos quieren comprometer al odio y gracias al esfuerzo y garra que ponen, nos llevan a todos hoy, catalanes, valencianos, madrileños… a compartir juntos su alegría. La alegría del baloncesto.
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