A todas las que llevan el nombre de María:
Virgen Bienaventurada, Reina de la humanidad, culmen de fe y caridad y de Cristo madre amada.
Tú que estás en tu Morada junto a Dios, en cuerpo y alma, inunda mi ser de calma y pon sobre mí tu mano, para que sea un buen cristiano y pueda alcanzar tu Palma.
Sigue siendo Norte y Guía, de todo aquel que te invoca y siempre tiene en su boca: “Dulce Nombre de María”.
Protégenos día a día, con Tu manto celestial para que huyamos del mal y procuremos el bien.
Sé siempre nuestro sostén con calma o con vendaval.
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