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Kitchi, Willy y Ada

José García Pérez
miércoles, 14 de octubre de 2015, 05:30 h (CET)
Ayer se incendiaron las redes sociales con motivo de La Fiesta Nacional de España; vencieron, creo, los que dedicaron parte del día a soplar metralla contra la celebración del 12 de octubre como elegido para tal celebración.

Como Maestro de Escuela o Maestro Nacional cuando los docentes pasábamos hambruna con setecientas pesetas mensuales, algo menos de cinco euros, esperábamos con cierta esperanza que fuésemos invitados por la Guardia Civil en el día de su patrona, la Virgen del Pilar; y así era, el Comandante de Puesto de la Benemérita llamaba a los maestros a la Casa Cuartel para pasar la mañana con ellos: tomábamos alguna copa y vianda, pero lo más importante es que nos tenían preparadas unas bolsas de plástico con bellos y orondos chorizos y salchichones que nos regalaban porque sabían de nuestras penurias, al igual que nosotros conocíamos las de ellos.

Era un servidor, por tanto y por interés, devoto de la “Pilarica”; de ahí que ayer me mosqueé tela cuando el actor Willy Toledo, sin venir a nada, dejo caer unas especies de letanías sobre el citado 12 de Octubre: la primera de ellas fue altamente sonora: “me cago en la Virgen del Pilar”, que teniendo la importancia que uno desee darle me pareció inoportuna y de muy mal gusto, porque teniendo oportunidad de ciscarse en otras veneradas advocaciones -por ejemplo, en la que algunos de ustedes están pensando- le dio, como nos tiene acostumbrados el “cubano”, a soltar una rociada de mierda para el Día de la Fiesta Nacional, el Descubrimiento de América y su conquista genocida, la Monarquía y los monarcas y los asesinos conquistadores; y se quedó tan pancho y tranquilo tras largar las heces consignadas.

El “Kitchi”, alcalde de Cádiz gracias al PSOE, es cuestión aparte pues fue más fino en su argumentación cuando afirmó que “nunca descubrimos América, masacramos y sometimos un continente y sus culturas en nombre de Dios. Nada que celebrar”; pero este señor tiene un pase porque es sabedor, aunque lo silencie, que por aquellos lares se practicó el mestizaje más que el genocidio y que aparte de alguna escuela primaria se construyeron algunas “pequeñas” universidades; aunque es cierto que el mestizaje nos trajo algún problema como el de Maduro, su amigo del alma.

Pero el palmito de esta forma de entender un acontecimiento histórico extrayéndolo de sus parámetros históricos se lo llevó la alcaldesa de la segunda ciudad de España, Barcelona, Ada Colau que en el paroxismo de las ocurrencias dejo caer: “Vergüenza de Estado que se celebre un genocidio, y encima con un desfile militar que cuesta ochocientos mil euros”

Teniendo la señorita Colau en Barcelona un gran monumento construido en 1888 a Cristóbal Colón, culpable moral del genocidio según la regidora, debería de derribarlo para que la ciudad quede limpia de tanto asesino de pueblos.

En fin, no se preocupen que como dice Murphy “todo tiende a empeorar”.

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Se dice por ahí, que hay tantas verdades como mentiras, pero, de entre las primeras, solo una se impone como verdadera, se trata de la verdad oficial. En cuanto a las mentiras, son simples mentiras creadas para que sus productores tengan una ocupación y su despliegue mediático sirva de entretenimiento al respetable. No pasa nada si estas últimas son inofensivas, es decir, si siguen el juego al sistema y se mueven en el terreno del espectáculo.

Ni sindicatos, ni organizaciones patronales, ni ONG's, pagan siquiera el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI), dado que los Ayuntamientos también los han declarado exentos del pago de ese impuesto. Es de resaltar que el patrimonio inmobiliario de que disfrutan estas organizaciones, situado generalmente en las mejores zonas de las grandes ciudades, les obligaría a realizar unos importantes pagos anuales que en virtud de la ley eluden por completo.

En un mundo donde la información se pasea por las redes y los aparatos móviles y el papel va desapareciendo a ritmo de vértigo en las casas y en las empresas de todo tipo, es necesario recrearse un poco en estas misivas que siguen estando presentes, con tal de reivindicar su hegemonía, para recordarnos que si antes fueron muy importantes, lo siguen siendo ahora también en pleno siglo XXI.

 
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