Ayer asistí a una Primera Comunión. ¡A finales de septiembre! Es la segunda vez. El año pasado, en el otoño del 2020 también asistí a otra. Me resulta extraña la fecha, fuera de la tradicional primavera. Nos cuesta trabajo adaptarnos a la “nueva normalidad”, pendientes siempre de lo que determinen los políticos (el gran hermano) que controlan los tiempos, los espacios y las mascarillas. Como siempre la ceremonia ha sido maravillosa. Los neo-comulgantes estaban perfectamente preparados y la han vivido con gran unción y recogimiento. Después lo de siempre. Todos vestidos de grana y oro asistimos a un encuentro entrañable con la familia y los amigos. ¿Qué pasará en el futuro? Como se desarrollará esa fe incipìente? Nos encontramos ante una sociedad laica y que ejerce como tal. Cada día nos topamos con niños, adolescentes y jóvenes que no conocen la fe y que solo practican la religiosidad a nivel de ceremonias, procesiones, tatuajes y medallas. Esta situación me parece injusta. El cristianismo, así como las otras religiones, han marcado la tradición de los pueblos desde el principio de los tiempos. Ahora parece que está demodé. En generaciones pasadas, a lo largo de la vida, cada uno ha optado por seguir o no las instituciones religiosas. Pero, por lo menos, ha gozado de información que le permita tomar una decisión al respecto. Creo que nos hemos pasado de frenada. Hemos sustituido el nacional catolicismo, por el nacional ateísmo. Está bastante mal visto el manifestar nuestra fe. La religiosidad es otra cosa. Se confunde con el folklore o la actividad cultural. La buena noticia de hoy me la proporciona esa concejala cordobesa, Paula Badanelli, que no ha dudado en dar testimonio de su fe instando al consistorio a compartir con ella una oración invocando a la Virgen María. Con su oración pide luz para las madres que intentan recurrir o han optado por el aborto. No comparto las ideas políticas de esta señora, pero sí sus sentimientos y su oración por aquellas mujeres que por las circunstancias, o su propio deseo, toman esa dolorosa decisión. Estamos en “tiempos modernos”. Hemos perdido valores impelidos por una educación laica en la que prisma el hedonismo y el “yoismo”. Se cuestiona todo lo que no sea mi propio gusto y se omiten los consejos de Aquél que nació en Belén y que nos da pautas para seguir su estilo de vida, basado en el amor y la solidaridad. No todo “lo nuevo” es bueno. Pienso que debemos respetar las tradiciones y gozar de la experiencia de los que nos han precedido y han intentado seguir a ese Jesús de Nazaret a lo largo de su vida. Bienvenidas sean las primeras comuniones y mucho más la puesta en practico de los principios evangélicos.
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