Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Sexo | Algo más que palabras | Reflexiones | Humanismo | Valores | SOLIDARIDAD | ética

Avivar la certeza y revivir la esperanza

Deberíamos repensar el modo de salir de este ambiente corrompido por la desolación, impulsando el mundo de la ética con el de las relaciones entre análogos, que es lo que da sentido a nuestra existencia
Víctor Corcoba
jueves, 7 de octubre de 2021, 08:46 h (CET)

La vida es una gran fiesta a la que estamos llamados todos, a vivirla con certeza y a dejar que nos reviva, mediante la acción de los anhelos. Lo importante es llenarnos de esperanza y caminar unidos, dándonos aliento unos otros, mientras nos preparamos para cruzar el umbral del tiempo. Ahora somos ese instante vivo, que exige la movilización conjunta de las fuerzas solidarias, encaminadas a serenarnos, sobre las cargas vivientes entre sí, para poder crecer y madurar. 


En consecuencia, lo que hemos de tener claro, es que en todas las etapas existenciales el entusiasmo es fundamental, para no apagarse y dar continuidad a ese buen propósito de batallar y no cesar en el empeño de desvivirse por vivir. Fruto de esa entrega generosa del donante, que todos hemos de llevar consigo, es donde germina lo que nos embellece por dentro y, aparte, nos da savia. Desde luego, parece que nuestro caminar acrecienta más su huella, en la medida que podemos acompañar y sentirnos acompañados por los demás, puesto que todo se sobrelleva mejor compartiendo, ya sean alegrías o tristezas.

                

La certeza de vivir, en un mundo tan desolado como el presente, acostumbrado a un forjar desequilibrado, en demasiadas ocasiones nos deja sin perspectiva. Ciertamente, nos sobrecogen esas realidades que impiden con la cultura abortiva que un ser indefenso pueda ver la luz, o se la apaguen, con la eutanasia, antes de su ocaso natural. También nos impresiona el aluvión de riesgos asociados a la desesperación, como la pérdida laboral o financiera, el trauma o el abuso, los trastornos mentales y las diversas adicciones; o, igualmente, el aumento de la violencia, que causan numerosas víctimas, en especial entre los jóvenes. 


Por desgracia, cada día más gente en formación se siente aislada, desconectada y frustrada. Son todas estas situaciones las que pueden llevar a las personas a pensar en quitarse la vida. Por eso, es esencial una acción de toda la sociedad para poner fin a esta atmósfera de desamparo, que junto al compromiso de los gobiernos de todo el mundo para invertir y crear una estrategia nacional integral que mejore la prevención y la atención a enfermedades mentales, fomentará ese universal cambio de miras saludable, tan necesario como imprescindible.

                

Sea como fuere, no podemos dejarnos abatir por una realidad que nos tritura de sufrimientos. Tenemos que activar lo auténtico y no caer en ese espíritu corrupto que todo lo envenena de muerte. Somos ciudadanos del mundo, pero también sueños de amor en supervivencia, necesitados de luz para no perder la capacidad de reaccionar frente a lo destructivo, que nos deja sin alma. La situación es, sin lugar a dudas, inhumana: hay muchos, muchos moradores que se hallan en continuas angustias, muchos pueblos y ciudades en contienda permanente, mucho odio y mucha envidia sembrada por todos los rincones planetarios, mucho espíritu huérfano de cariño y mucha soledad impuesta; lo que hace que multitud de gentes ya estén medio muertas de miedo en vida y hundidas en la amargura. 


Deberíamos repensar el modo de salir de este ambiente corrompido por la desolación, impulsando el mundo de la ética con el de las relaciones entre análogos, que es lo que da verdaderamente sentido a nuestra existencia. De lo contrario, seremos una generación de inconscientes, apoderada del estúpido interés y dominada por unos líderes, que en lugar de ser puente se ensimisman en su pedestal.

                

La evidencia es la más decisiva demostración de su fuerza transformadora. Nos merecemos otro mundo más consolador, que nos ahuyente de esta inmensa oscuridad tenebrosa y vejatoria, cuyo lenguaje es la hipocresía constante, mientras toma de las tinieblas el abecedario incoherente entre el decir y el obrar. Se nos olvida, que la vida es para vivirla en donación y encontrarse, no para acabarla enfrentados y perdernos. Es menester que nos animemos mutuamente. 


Tengo la convicción de que si no tomamos nuestros andares como una misión conciliadora nos sentiremos vacíos, extremadamente afligidos o sin razón para levantarse. Pongamos, pues, sobre ese horizonte que no vemos y ansiamos, el manantial enérgico de ese amanecer de gozos para poder sentirnos en movimiento como poetas en guardia, inspiradores de confianza y cesión. 


No caigamos en ese espíritu egoísta que todo lo acapara para sí, como si fuera un dios, pensando que no necesita de nadie. Quien actúa de esta forma, acaba mal, sin cercanía, absorto en la necedad. Solo hay que verse en la historia, como algunas civilizaciones mueren abandonadas al dolor sin resistir, por inmolación, sin haber luchado por consolarse. La compasiva expectativa, al fin y al cabo, es la que cura todos los males.

Noticias relacionadas

Fuera esperaba el amanecer… Últimamente sus días acababan al mediodía; el tiempo de colgarse de un cigarrillo y fumarse toda la niebla de unas pocas horas en que podría deslizar su fantasma por entre las cosas. No recordaba de seguro su edad; el espejo le traicionaba y sólo le reflejaba la mitad que nunca sospechó ser. 

Es normal que aparezcan palabras nuevas porque la lengua está viva, y es estupendo cuando ayudan a reconocer que el lenguaje es pensamiento. Ocurrió con el neologismo ‘aporofobia’, acuñado por la catedrática Adela Cortina a partir de los términos griegos áporos (sin recursos) y fobos (temor, pánico), que la RAE incorporó en 2017 para dar nombre al miedo, el rechazo o la aversión a los pobres.

Llevamos años y todos cuantos se imaginen ustedes, seguirán siendo pacto con el silencio de siempre. Una mudez que no cesa. Uno que lleva bastantes años jubilado y se ha tenido que enganchar en AVE, ha visto en ese tiempo las sacudidas, las esperas en plena vía del tren y en mitad del campo. Los plantones y sacudidas, con las esperas a que nos tienen acostumbrados la Renfe, a veces con periodos de cuatro y cinco horas en mitad de la nada en la ruta de Algeciras-Antequera.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© 2025 Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto