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Algo más que palabras

Ante el contemplativo clima espiritual del momento

Ya inmersos en el ambiente reconcentrado de la Semana Santa, será saludable que la humanidad en su conjunto, haga un alto en el camino para ahondar en su propio diario existencial. Abrirse de corazón y reabrirlo para uno verse, en relación con los demás y consigo mismo, puede ser la mejor terapia para la esperanza.

Momento para la reflexión, espacio para el reencuentro

Hoy la humanidad, desmemoriada, inhumana y deshumanizada, debe cultivar como jamás la visión del alma y someterse a la operación mística del reencuentro. En consecuencia, hemos de hacer un alto en el camino, ya no sólo para adquirir aliento, sino también para tomar conciencia de lo que uno es y representa.

Espiral de errores y horrores

Estamos inundados de noticias e imágenes aterradoras que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos en nuestros interiores un enorme decaimiento de no poder intervenir. Quizás tengamos que fortalecer el corazón, darnos entre sí para superar la indiferencia y nuestras pretensiones mundanas dominadoras, que lo único que hacen es encerrarnos en nosotros mismos, con espíritu egoísta y soplo impasible.

Saberse amar a sí mismo es desterrar la ociosidad y trabajar la salud

Tomar el camino correcto no es nada fácil, tras las caídas hace falta soportarse a sí mismo y no vagar por cañadas que nos hunden en nuestras propias miserias humanas. Para ello, hay que aprender a quererse uno mismo, con amor sano y saludable. Todo requiere su quehacer, comenzando por amar el trabajo y no dejar que nazca el enfermizo virus de la ociosidad.

Conscientes de un vivir en conciencia: el fundamento de los consensos

Nos hemos globalizado y, eso, está muy bien; ahora nos falta sustentarnos en el verdadero amor, conocedores de que el espíritu fraterno, es lo que nos obliga a desvivirnos por vivir la acción colectiva, como fuerza orientadora para lograr la concordia, desde el abecedario del respeto mutuo y el lenguaje de la tolerancia.

Ante la frenética agitación del mundo

La clemente voz suele pasar desapercibida, porque las fuerzas que actúan no son las económicas y políticas, sino las morales y espirituales. Está visto que nos hemos confundido de ruta. El desamparo suele dejarnos sin palabras, es lo que presenciamos por todos los rincones de la humanidad; mientras la crisis humanitaria, las enfermedades acrecentadas por desigualdades tremendas y por doctrinas que esclavizan, se dan la mano cebándose con la población más débil.

La vocación de custodia como cultivo humano

El actual momento que vivimos nos interroga continuamente para tomar otro rumbo, ya no sólo en cuanto a las modalidades de producción y consumo insostenibles, sino también en relación a un compromiso mundial y solidario, que ponga en el centro la dignidad humana y el bien colectivo.

Traer a la memoria los caídos

El que sufre tiene retentiva y recuerda a esas gentes de bien, que trabajan al servicio de la causa por la concordia, hasta dejarse su propia vida en esta misión. Desde luego, el mayor homenaje que podemos rendirles es volcarnos en proseguir con su labor de entrega y generosidad, en un mundo cada día más feroz y deshumanizado.

La poética natural con su faro de renovación

En un mundo en permanente cambio, nos alienta el bosque de las palabras, la orquestación de su mística y el colorido de las armónicas miradas; al tiempo que nos alimenta, asimismo, la persistente renovación de la savia. Esto nos demanda, el activo de un sincero diálogo entre latidos variados, la buena vecindad de los pulsos y el espíritu reconciliador en escena.

Disponerse a servir satisface

Lo horrible de esta tierra son nuestras contrariedades. Necesitamos sentirnos solidarios y despertar sin egoísmos, para sustentarse y sostenerse armónicamente, como una indivisa familia con multitud de hogares, deseosos de participar su calor viviente. Ese entusiasmo gozoso por el bienestar es el que nos da consistencia, que no está tanto en las personas adultas, como en los niños y en los ancianos.

Pedir justicia implica clemencia

Cada uno de nosotros, sólo será justo en la medida en que haga sus labores de desapego, porque nuestra víscera egoísta perennemente está apegada a la deslealtad, dentro de una atmósfera adherida al odio, a la venganza, a los rencores. Por desgracia, cualquiera hemos presenciado la destrucción de vínculos hogareños, que nos revuelven por dentro, pero que ahí suelen estar, pasando de una generación a otra.

El itinerario cuaresmal

Nunca viene mal, tanto para creyentes como no practicantes, activar en nosotros el itinerario cuaresmal de cuarenta días, al menos para tomar una cognición más nívea y reflexiva, sobre nuestra propia historia por aquí abajo; máxime en un momento de tantos endiosamientos mundanos, con su siembra de mentiras y maldades.

El orden en la libertad y en el deber responsable

Nuestro mundo atraviesa un periodo de fuertes turbulencias, que se reflejan en un aluvión de violencias sin escrúpulo alguno, que nos dividen y nos esclavizan como jamás. Ante esta grave, gravísima situación global, tenemos que apostar por el vital reconstituyente de la unidad, de rehacernos con la cura terapéutica de la clemencia.

Nuestros corazones tienen sed de cambio

Hoy, más que nunca, se percibe por todo el orbe que la humanidad requiere curación. Nuestras propias pulsaciones vivientes están necesitadas de un espíritu nuevo, con un estilo distinto. No para cambiarlo todo, pero sí para mejorarlo. De ahí que debamos trabajar unidos, a fin de asegurarnos que la savia florezca conjuntamente, purificados de la hipocresía de las apariencias.

La humanidad tiene que socorrerse

Nos merecemos un cambio de actitud, o sea, de corazón. Nadie puede sentirse dominado por nadie. El hecho de que exista una minoría privilegiada, es deshumanizador por completo, fruto de una inmoralidad que nos daña el propio tronco humanitario. Estamos aquí para protegernos unos a otros.

Realidad y desafíos de los vínculos

El vínculo más patente es que todos cohabitamos en este planeta, bajo el mismo aire e idéntico techo, hasta que la muerte nos alcance el manchado cuerpo. En consecuencia, nuestra gran asignatura pendiente, radica en no romper los armónicos lazos que nos unen como humanidad; y, por ende, como familia.

Mutación justa para un mañana fraterno

Nos hemos globalizado. Ahora nos resta continuar uniendo pulsos, haciendo camino, despojándonos de intereses egoístas, entregarnos a una transición ecuánime, donde nadie se sienta excluido. Esto requiere de un níveo aliento por parte de todos, que es lo que entrelaza la sostenibilidad medioambiental con la justicia social, lo que garantiza el cambio sereno, con la creación de empleo y fuertes medidas de protección social.

La resiliencia en el turismo globalizado nos insta a reconocernos humanamente

Todo en esta vida se supedita a vincularse y a relacionarse. Además, somos gente en exploración continua, lo que nos demanda a estimular la responsabilidad en las acciones. La innata disposición del humano ser a desplazarse, se ha visto impulsada por su papel en el desarrollo económico, pero también desempeña un rol fundamental en el fomento de la concordia.

Ante la realidad alarmante de nuestro tiempo

Tenemos que bajarnos de la nube del egoísmo para ver con nuestros propios ojos la esclavitud que nos hemos forjado de nuestro propio itinerario viviente, por el que transitamos faltos de libertad y con las mayores injusticias sembradas. Ojalá aprendiéramos a mirarnos con los ojos claros de ese amor universal, vinculo primordial para fraternizarnos.

Tristes fanatismos que hemos de ahuyentar unidos

El extremismo violento es una ofensa a los proyectos y fundamentos que nos fraternizan. Globalmente, socava la concordia entre análogos y quebranta, tanto los derechos naturales e innatos, como el proceso sostenible y humanitario. Por consiguiente, es un fenómeno cruel descomunal, que nos deshumaniza por completo y nos deja sin esperanza alguna.

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