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La resiliencia en el turismo globalizado nos insta a reconocernos humanamente

El soplo de la concurrencia pone en movimiento, además, el intercambio de bienes naturales y culturales que hace la convivencia humana más fraterna y solidaria
Víctor Corcoba
lunes, 17 de febrero de 2025, 09:00 h (CET)

Todo en esta vida se supedita a vincularse y a relacionarse. Además, somos gente en exploración continua, lo que nos demanda a estimular la responsabilidad en las acciones. La innata disposición del humano ser a desplazarse, se ha visto impulsada por su papel en el desarrollo económico, pero también desempeña un rol fundamental en el fomento de la concordia. Indudablemente, la realidad del turismo actual, es algo saludable para todos, puesto que facilita el diálogo intercultural y la recuperación de un país tras un conflicto, permitiéndonos conocer otras culturas, juntarse con otras gentes y construir tolerancia. Tanto es así, que los países con un periplo abierto y sostenible tienden a ser países más armónicos.


El mundo tiene que conciliarse; y, por ello, la resiliencia en el turismo nos insta a conocernos humanamente, ya que sus moradores se pueden identificar según sus estadios, orígenes e implicaciones físicas, sociales, mentales y emocionales. Será virtuoso, realmente, reencontrase en comunión y en comunidad. Esto nos servirá para tomar resistencia, fortaleza, adaptación y superación. En este sentido, han surgido nuevas propuestas y nuevos hábitos globales, que por su carácter humanístico es preciso alentar. El conocimiento directo de lo que nos rodea nos exhorta a la contemplativa del viaje, a practicar el ejercicio del respeto y la consideración hacia aquello que nos circunda, lo que hace que nos incentive asimismo la creatividad y se extienda la pulsación cooperante.


El soplo de la concurrencia pone en movimiento, además, el intercambio de bienes naturales y culturales que hace la convivencia humana más fraterna y solidaria, experimentando cómo el individuo es portador de crecimiento y de bien. Sin embargo, para que esto sea posible es necesaria una concienciación que evite la improvisación y la superficialidad. Es importante, en consecuencia, llevar a cabo un análisis persuasivo de educación en valores del turismo. Jamás nos olvidemos de observar a cada persona que viaja, que puede oficiar de embajadora e interactuar con la población local reconociendo tanto la diversidad como los valores que nos unen, injertando un sentir benefactor colectivo.


Sea como fuere, el sector turístico es una actividad multisectorial verdaderamente transformadora. Suele activar tanto la creación de empleo, como la promoción de la cultura local. Por consiguiente, en el mundo plural de la movilidad y en un periodo en el que se siguen violando impunemente muchos derechos humanos universales, tenemos que construir la resiliencia a través de la esperanza y el consenso, porque el turismo adquiere su definición específica como actividad que se desarrolla durante el tiempo libre. Precisamente, hoy más que nunca se requiere el avance del desarrollo humano integral, el cuidado de nuestra casa común; situaciones que nunca han de darse por sentadas, sino que deben ser propiciadas y aseguradas por cada generación.


La búsqueda de la persona se hace evidente y explicita en el turismo, para satisfacer su deseo de conocer otras gentes y otras culturas, para desarrollar sus capacidades singulares y vivir compartiendo nuevas experiencias, poniendo de relieve la necesidad de promover el desarrollo del turismo resiliente y hacer frente a las crisis, teniendo en cuenta la vulnerabilidad del sector del turismo a las emergencias. En cualquier caso, no se puede vivir sin crisis. Está bien que se insista en la importancia de la resiliencia frente a las dificultades, es decir, en la capacidad de afrontarlas positivamente, no sacando pecho, pero si consiguiendo oportunidades de ellas. Desde luego, vivimos un tiempo para el espíritu que, tampoco debe cesar, ante las complejidades humanas y sus contradicciones.

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