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Saberse amar a sí mismo es desterrar la ociosidad y trabajar la salud

Cada día hay más personas solas, abandonadas por sus propias familias, lo que nos estimula a ser más cooperantes y colaboradores con el espíritu de solidaridad a nivel mundial
Víctor Corcoba
lunes, 7 de abril de 2025, 08:50 h (CET)

Tomar el camino correcto no es nada fácil, tras las caídas hace falta soportarse a sí mismo y no vagar por cañadas que nos hunden en nuestras propias miserias humanas. Para ello, hay que aprender a quererse uno mismo, con amor sano y saludable. Todo requiere su quehacer, comenzando por amar el trabajo y no dejar que nazca el enfermizo virus de la ociosidad. La vida carece de valor si no nos produce satisfacciones. En efecto, una sociedad enferma como la actual, que está bien que apueste por la cobertura sanitaria universal, lo va a lograr en la medida en que cada cual, comience por valorarse y por tomar como principio el ser persona responsable. La irresponsabilidad es manifiesta y el endiosamiento a los vicios, hace que la mente no repose y que el cuerpo se adolezca.


Indudablemente, la resistencia hay que trabajarla a diario, tanto como el alimentarse cada día, para no aminorar el entusiasmo por vivir; sin obviar que, el gozo de la alegría es curativo, un elemento principal en el combinado de la salud. En cualquier caso, jamás cambiemos la inmunidad por la fortuna, ni la liberación por el dominio. Hoy más que nunca, necesitamos curaciones de innato sentido común, que lo único que requieren es alcance de familia y calor de hogar. Es verdad, que el análisis primario de la salud suele cubrir la mayoría de las necesidades sanitarias, pero sería bueno activar una cultura de la estima y de la atención, que no es sólo una simple ayuda al prójimo, sino un acto de justicia, sustentado en el reconocimiento del carácter sacro de la existencia.


Quererse todos y para querer lo mejor de todos, la salud es lo que nos trasciende y hermana. Es la gran acción colectiva que hemos de llevar a buen término, porque no podemos vivir los unos sin los otros; es más, nos necesitamos para continuar como linaje, dándonos savia, al tronco común. Esto supone la creación de una nueva mentalidad que piense en términos de unión y de comunión humanitaria. Los profesionales sanitarios, en este sentido, tienen un papel crucial que desempeñar informando a los pacientes sobre cómo cuidar de su bienestar; pero esto tampoco es suficiente, la salud no es un privilegio; es una obligación, lo que demanda el acompañamiento social de trabajar juntos para hacer de esta aspiración, una realidad concreta global.


Cada día hay más personas solas, abandonadas por sus propias familias, lo que nos estimula a ser más cooperantes y colaboradores con el espíritu de solidaridad a nivel mundial. Remediar la situación de desamparo, por lo tanto, en estas actuales circunstancias podría significar salvar vidas humanas. Sin duda, debemos dedicar nuevos impulsos para defendernos de esta tempestad de calvarios, donde la soledad es lo que impera y la dejadez terapéutica es lo que domina. Vayamos a su búsqueda, con el pensamiento y con el corazón; y, cuando sea posible actuemos, para que nadie esté solo. Fuera discriminaciones también. Así lo refrenda, además, una reciente sentencia pionera en España, reconociendo que una persona no puede ser apartada por ser seropositiva.


En suma, que todo podrá superarse si nos aseguramos de proteger los derechos de todas las gentes, en todos los lugares del mundo; sí cumplimos con ideas tan sabias como la de comer lo justo y variado para que el estómago oficie sanas digestiones, pues la adicción más que un delito es un problema de higiene mental. Ojalá que los incansables sanitarios y asistenciales, que tienen la capacidad de cambiar la vida de los ciudadanos con asesoramiento y atención de calidad, empoderen a sus pacientes para que cuiden de su propia salud. Que tampoco nadie quede aislado, el cuidado es deber para no acelerar la muerte. Al fin y al cabo, lo que debemos acumular por aquí abajo es entrega y generosidad, compañía y lenguaje de vida, pero no provocar la expiración o cualquier forma de suicidio.

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