Pedro Sánchez intensifica la lucha por el control de medios de comunicación con el claro propósito de manipular las emociones del público mediante la construcción de un relato que, al tratar de justificar el propio fenómeno decadente, lo impulsa. De hecho, es el dominio mediático el que le facilita arrinconar o neutralizar a la oposición discrepante, bien empujándola a posiciones marginales, o bien haciendo que asuma muchos de los postulados gubernamentales. Es típico de los malos tiempos que la ausencia de confrontación intelectual desincentive a las personas más capaces a la hora de hablar en público u ostentar puestos políticos, produciendo un vacío que ocupan los menos cualificados, en una espiral en la que el proceso entra en una aceleración circular que también la podríamos catalogar de centrífuga. Otro síntoma de declive de “esta era Sánchez” es el aumento de complejidad administrativa y burocrática que no sólo desactiva cualquier iniciativa privada, sino que incluso las paraliza, utilizando una maquinaria funcionarial de calado paramilitar que no deja de crecer, sustrayendo recursos a otras actividades públicas.
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