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La poética natural con su faro de renovación

Vivimos mientras nos rejuvenecemos. En consecuencia, ante esta situación deleznable e inhumana que solemos padecer, animamos a potenciar el asociacionismo hogareño en sus distintas formas
Víctor Corcoba
jueves, 20 de marzo de 2025, 09:04 h (CET)

En un mundo en permanente cambio, nos alienta el bosque de las palabras, la orquestación de su mística y el colorido de las armónicas miradas; al tiempo que nos alimenta, asimismo, la persistente renovación de la savia. Esto nos demanda, el activo de un sincero diálogo entre latidos variados, la buena vecindad de los pulsos y el espíritu reconciliador en escena. Lo significativo radica en entusiasmarse, para saber observar y vernos en un futuro anímico, que es lo que realmente nos injerta una sistémica existencia. No olvidemos jamás que, incluso en la adversidad, cualquier ser humano es salvado por la esperanza. Por ello, acrecentar los vínculos familiares, contribuye a generar la civilización del verso y la comunión, nuestro gran horizonte de amor y vida, de justicia y concordia.


El progreso consiste en renovarse. Hoy más que nunca, necesitamos sacudirnos el polvo del pasado, ascender al monte a respirar profundo, envolvernos de presente y tomar la energía de los bosques, para encauzar un porvenir que nos depure nuestro propio interior. Reconocemos, además, que las habitables moradas son la célula vital del organismo social. En efecto, una familia sana es como el ecosistema del ser humano: la cuna, casa y escuela. Por ello, una concepción egoísta, apoyada en lo material, nos derrumba por completo, pues nos deja sin principios ni valores, deshumanizándonos por completo. Olvidamos que hacer genealogía es promesa de plenitud, gestación de un porvenir ilusionante y de un amor que nos abraza para fortalecernos.


Vivimos mientras nos rejuvenecemos. En consecuencia, ante esta situación deleznable e inhumana que solemos padecer, animamos a potenciar el asociacionismo hogareño en sus distintas formas, para que sean las familias mismas quienes adquieran la iniciativa y el protagonismo en la cimentación de un consorcio fraterno. Para ello, instamos con urgencia a la consolidación de un foro o plataforma global, donde la libertad se consolide y el amor florezca. Una posada, por consiguiente, será fuerte e indestructible cuando deje de ser un nido de perversiones, sosteniéndose y sustentándose en la fidelidad. Porque, si el hombre es un ser esencialmente social; con mayor razón, se puede decir que es un ser doméstico.


Tanto la fuerza de una sociedad como el impulso de una estirpe, se funda en la mutua lealtad cooperante y en la nobleza colaborativa. Jamás desaprovechemos el innato tronco humano. Sólo hay que ver cómo las mismas arboledas y boscajes promueven la seguridad alimentaria, apoyan los medios de vida y sostienen nuestro planeta. Luego, de igual modo, la humanidad tiene que humanizarse, no fragmentarse, con una política más poética, que evite las degradaciones como la prostitución, la drogadicción o el alcoholismo. No hay mejor poema que los hálitos fusionados, caminando juntos y nunca encerrados en nosotros, escuchándonos entre sí con apego y paciencia. De lo contrario, la pena será grande y nos volverá esclavos de nuestras propias miserias mundanas.


Ojalá aprendamos a leer los acontecimientos de nuestra historia, seguramente entonces impulsaremos el compromiso por el acuerdo entre semejantes, también por el cuidado del techo común, actuando de modo que nadie se quede atrás, con una filosofía renovada a través del desprendimiento y restaurada por la mística del corazón, sabiendo que los pobres no pueden esperar por más tiempo. Con esta convicción, de motivación transformadora, afrontando los grandes retos del momento con ojos nuevos para no perdernos de perspectiva, advirtiendo la realidad tal y como es, ganaremos todos. Lo importante es reconocer la propia ceguera e impedir el paso a mercados ilícitos que fomentan la delincuencia, cuando lo que hay que avivar es el respeto y el control efectivo de las armas.

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