La Década de la Nutrición 2010-2020 cerró con importantes avances clave en la lucha contra la desnutrición infantil. Sin embargo, a pesar de contar con políticas y niveles de financiación globales ambiciosos, las cifras del hambre no han bajado.
Desde 2020, con el impacto de la pandemia COVID 19, la tendencia positiva se ha invertido de manera definitiva y el objetivo de Hambre Cero de los ODS se queda fuera de alcance. El incumplimiento de este Objetivo afectará la ejecución de otros ODS como los de acceso a la salud, educación y agua y saneamiento,hecho que, a su vez, limitará la implementación del conjunto de la Agenda 2030.
La desnutrición mata a 3,1 millones de menores de 5 años cada año, 168.000 más este año por el impacto del COVID-19. Con el tratamiento adecuado el 80% de ellos se salva, sin embargo apenas el 25% llega a recibirlo: la pandemia ha empeorado el estado nutricional de la población más vulnerable, especialmente mujeres y niños pero la atención y financiación mundial a favor de la nutrición no hace más que disminuir.
El actual panorama de desnutrición infantil tiene un importante coste económico, además de ético. Hay países que pueden llegar a perder entre un 8 y 11% del PIB, lo que provocaría una mayor inestabilidad económica con efectos políticos y sociales impredecibles.
“El hambre es origen y causa de conflictos, violencia, migraciones, desigualdad de género e incluso cambio climático. La clave para la conseguir la consecución de 12 de los 17 Objetivos de Desarrollo de la Agenda 2030 es lograr que se cumpla uno: el de hambre cero”, explica Menna Seged Abraha, responsable de Incidencia y Relaciones Institucionales de Acción contra el Hambre.
La cumbre de Tokio y la oportunidad que presenta para España
El 7 y 8 de diciembre se celebra en Tokio la Cumbre Global para la Nutrición donde los estados donantes y afectados se enfrentan a esta dura realidad y deben definir sus compromisos con la nutrición infantil. Hasta ahora España ha tenido un perfil bajo de cooperación en la lucha contra el hambre y esta cumbre representa una gran oportunidad de cambio: es el momento para que España sea una voz relevante en los foros globales y se comprometa con esta lucha, cuyo éxito o fracaso impactarán la ejecución de la Agenda 2030, con la cual España está altamente comprometida.
Actualmente se necesitan $7.000 millones anuales de financiación para poder cubrir las metas mundiales contra la emaciación -pérdida de peso involuntaria-, el retraso en el crecimiento, la anemia y a favor de la lactancia materna. El gasto mundial en nutrición apena llega a los $1.000 millones anuales, un escaso 1% del total de la ayuda al desarrollo.
En el caso de España la aportación es aún menor: apenas el 0.21% del total de la Ayuda Oficial al Desarrollo, -6 millones de euros-. Una cifra muy por debajo de la media europea, donde países como Irlanda invierten más del doble de esa cantidad.
Para que España sea coherente con el perfil de promotor del ODS 2 Hambre Cero de una forma relevante deberá aumentar sus inversiones en nutrición en línea con los compromisos globales antes mencionados.
En consonancia con la coyuntura económica que el país experimenta, recomendamos a España incrementar su financiación para la nutrición básica: aumentando su porcentaje en relación con la AOD total del 0.21% actual a al menos el 1%, a seguir subiendo con el incremento de AOD total española- sin que sea en detrimento de lo que se invierte en otros sectores de la Cooperación Española.
Además, invertir en la lucha contra el hambre contribuirá a otras cuestiones clave ya que la Inseguridad Alimentaria y Nutricional es un factor clave de la inestabilidad política e incluso en muchos de los conflictos que hoy asólan el globo. El acceso insuficiente y desigual a recursos esenciales como la alimentación, el agua o la salud supone un elemento determinante en la degradación del contrato social, la saturación de los mecanismos de gobernanza y la génesis o la multiplicación de la violencia.
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