Fue hace más de dos mil años,
en tiempos del rey Herodes, cuando en Belén de Judea surgieron unos rumores. Que causaron alborozo, a unos sencillos pastores, al ver a un ángel del Cielo por aquellos derredores. Y aún mayor, cuando les dijo, con una alegría enorme, que allí había nacido un Niño que sería el Rey de Orbe. Y sin pensarlo dos veces, henchidos sus corazones, se acercaron al Portal a rendirle sus honores. Se quedaron sin palabras, ante el celestial entronque, de la Madre con Dios-Hijo y san José, su consorte. ¡Esa es la imagen sin par, que nos servirá de norte, para afianzar nuestra fe en que Jesús nos transforme!
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