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Sí, Nochebuena, fiesta, para muchos de jolgorio, alborozo y algazara. Noche de comilonas y excesos de bebidas. También de discusiones y peleas entre las familias que se han unido para celebrarla, y por, un quítame allá esas pajas, una nadería, una bagatela, termina siendo noche mala, cuando el propósito era pasarlo bien en paz y armonía.
La Navidad, nos guste o no, nos ilusione o la odiemos, es un pequeño paréntesis en nuestra vida cotidiana. Es como una pausa en un tiempo colmado de estrés y de desasosiegos. Un lapso temporal dentro de todo el año en el que las deudas, las hipotecas, las necesidades adquiridas en nuestro mundo de consumismo y competitividad nos obligan a una rutinaria lucha diaria por salir adelante.
El tiempo contemplado en ternura, desbordante de amor está próximo. Los hombres exaltan gozosamente, la tierra inundada con júbilo al saber que una esperanza anuncia Paz. Pensar que estamos en vísperas de una fecha muy hermosa del año llamada “Navidad”, es una alabanza perenne de gratitud en nuestra boca por todas las bellas y memorables experiencias concedidas en compañía de los nuestros.
Soy uno de tantos millones de españoles que la noche del día 24, esperaba con impaciencia y no sin ciertas reservas, las palabras de S.M el Rey. Palabras que tradicionalmente y siguiendo una costumbre cristiana, preceden a la cena de Navidad.
No recuerdo unas Navidades como las presentes. En mi familia las hemos vivido en una especie de autoconfinamiento. Alguno de sus miembros está padeciendo las consecuencias del contagio del “bicho” y esta circunstancia ha tirado por la borda todos los planes para la celebración de las fiestas navideñas “como Dios manda”. Aunque este año nos las ha enviado “mandando de otra manera”. Ya vendrán tiempos mejores.
Fue hace más de dos mil años, en tiempos del rey Herodes, cuando en Belén de Judea surgieron unos rumores. Que causaron alborozo, a unos sencillos pastores, al ver a un ángel del Cielo por aquellos derredores.
En la organización de eventos, para su correcta planificación, lo primero que hay que identificar es el tipo de acto a organizar teniendo en cuenta a su emisor y su campo de actuación. En este sentido, la clasificación básica es la de actos privados y públicos.
Caminaba sin rumbo fijo. Iba con la cabeza agachada. Si alguien hubiese reparado en él hubiera observado en sus ojos una tristeza y amargura infinitas. Juanito no sabía a dónde ir. Llevaba por lo menos tres horas andando. Era una mañana fría de invierno. El aire frígido le calaba hasta la médula de los pobres huesos de su cuerpecillo de nueve años.
Caminaba sin rumbo fijo. Iba con la cabeza agachada. Si alguien hubiese reparado en él hubiera observado en sus ojos una tristeza y amargura infinitas. Juanito no sabía a dónde ir. Llevaba por lo menos tres horas andando. Era una mañana fría de invierno. El aire frígido le calaba hasta la médula de los pobres huesos de su cuerpecillo de nueve años.
No tengo más remedio que recurrir a los recuerdos. En este caso, los tiempos pasados fueron mejores. Las navidades de mi infancia fueron muy felices. Se me llena el alma de nostalgia, de lugares, de olores y de sensaciones.
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