No recuerdo unas Navidades como las presentes. En mi familia las hemos vivido en una especie de autoconfinamiento. Alguno de sus miembros está padeciendo las consecuencias del contagio del “bicho” y esta circunstancia ha tirado por la borda todos los planes para la celebración de las fiestas navideñas “como Dios manda”. Aunque este año nos las ha enviado “mandando de otra manera”. Ya vendrán tiempos mejores. Aunque hagamos de tripas corazón, el conato de tristeza e impotencia campa por nuestras vidas. Por primera vez en toda nuestra existencia hemos celebrado la cena de Nochebuena mi esposa y yo solos. Aunque con constantes videollamadas y mensajes de ánimo por parte de nuestra extensa familia. Pero solos. Los días y las horas se hacen muy largos dentro de las cuatro paredes de tu hogar. La televisión y los libros ayudan a sobrellevar estas fechas a la espera de que superemos una vez más la enésima ola del coronavirus. Pero ya son demasiadas. A pesar de todo recibimos buenas noticias. La última la acabo de leer en un periódico local. Un peluquero, venido del otro lado del Mediterráneo, dedica su tiempo libre a prestar sus servicios a los habitantes de la nada. Los aproximadamente doscientos sin techo, que deambulan por las calles malagueñas, están siendo atendidos por esta especie de ángel con tijeras que les mejora su aspecto físico sometiéndoles a un buen corte de pelo o afeitado. Un fuerte abrazo le sirve de pago. Hablando de ángeles. Una de estas noches pasadas pude contemplar una vieja película que desconocía. Se trata de un film norteamericano de 1947 protagonizado por Cary Grant. “La mujer del Obispo”, (una especie de réplica de “Que bello es vivir”, una película de Kapra que se estrenó en 1946). En este caso también aparece un ángel. Un miembro de la corte celestial un tanto “sui generis” que transforma la vida de un obispo protestante y su familia. En los diversos discursos con los que el ángel va intentado encauzar la vida del envarado obispo (protagonizado por David Niven) intenta desmontar el rígido sentido de la religión que este manifiesta, lo que está poniendo en una peligrosa situación crítica a su matrimonio. Muchos tópicos y situaciones bastante jocosas. Finalmente, cuando se acerca el desenlace de la película, mientras se acerca al árbol de Navidad que acaba de engalanar, el ángel dice una frase que me ha impactado. “Dejamos regalos para todos al pie del árbol, pero no dejamos nada para el niño recién nacido”.
Esa es la buena noticia que celebramos en este día. Nos ha nacido un niño al que como aquellos humildes pastorcillos debemos presentar regalos. Al que debemos de cuidar entre todos los hombres de buena voluntad. Un niño que se encarna en el que está solo, enfermo, marginado; es pobre, anciano, niño; que sufre dificultades de todo tipo. En una palabra ese que pasa por el mundo ignorado por los demás.
En la medida de nuestras posibilidades debemos depositar a los pies del el árbol de la vida ese regalo en forma de sonrisa, de mirada o de apoyo. Ese Niño que nos ha nacido verá encenderse la luz de su corazón con más fuerza que cualquier iluminación artificial en las calles. Os deseo una feliz Navidad a todos. Que Dios os bendiga.
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