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A vueltas con los fusilados de Elche

Josep Esteve Rico
Josep Esteve Rico
lunes, 19 de mayo de 2008, 06:35 h (CET)
El tema de los jóvenes ilicitanos republicanos, fusilados sin un juicio previo ni defensa alguna y enterrados en una fosa común del cementerio viejo de Elche recién terminada la guerra civil, en la dictadura franquista, y por el mero hecho de tener carnet sindical; sigue dando que hablar al menos a nivel interno y privado por el empeño de algunas personas representativas de los dos pensamientos ideológicos herederos de aquellos bandos que lidiaron en la fraticida contienda española de 1936 a 1939.

Enzarsarse en pequeñas discusiones bizantinas sobre la cifra exacta de estos represaliados resulta vanal, estéril y nada importante en esta historia que al fin ha tenido su dignificación con honor, por memoria y con justicia, mediante la perpetuidad de su recuerdo inmortalizado con un bello mural y la adecentación del enterramiento –durante años mancillado al ser usado como alcantarilla- honrado con una placa conmemorativa para la posteridad. Si fueron exactamente cien, un poco menos o muchos más, no afecta a la trascendencia del hecho, del leit motiv. No obstante, para los que gustamos de investigar las páginas oscuras de nuestro pasado –en este caso, las de la guerra civil y represión franquista- lo que nos inquieta realmente es, descubrir las identidades, los nombres y apellidos de estos jóvenes ilicitanos fusilados que a tenor de los pocos datos existentes que baraja la asociación local “Memoria y Justicia” -promotora de este reconocimiento y del reciente homenaje dispensado- tales víctimas superarían el centenar en una veintena más.

Al parecer, y conforme avanzan las investigaciones de la asociación citada, se van descubriendo algunos datos o nuevas señas personales que han identificado a 33 de aquel centenar y pico de fusilados, gracias a la colaboración y testimonios de parientes cercanos, herederos, amigos, vecinos y conocidos. Difícil tarea debido al tiempo transcurrido, a la poca o inexistente documentación –fueron asesinados sin proceso, por lo que no existen actas- y a que aún perduran ciertos secretismo, mutismo, miedo a represalias (¡?) y deseos de manipular e intoxicar el recuerdo de este suceso de la memoria histórica ilicitana.

Los entusiastas de la causa republicana, movidos por la emoción del homenaje, quizá podamos haber pecado de exceso de optimismo llevándonos a afirmar que la cantidad podría alcanzar el centenar y medio y que incluso se sabía la mayor parte de la identidad de los fusilados. Es comprensible, después de casi setenta años de espera. Es perdonable este error de cifras. Pero lo más grave es lo que han dicho al respecto algunas voces señeras de la derecha democrática del PP ilicitano al elucubrar manifestando en íntimos corrillos de chascarrillo que “no fueron un centenar ni más de cien los fusilados entre 1939 y 1940 sino ocho nada más, que fueron ejecutados por haber quemado las iglesias y que se saben sus nombres y apellidos”.

Esta opinión, -opinión, sí, porque como verdad no se sustenta, ni siquiera como especulatoria teoría o hipótesis es defendible- se compone de contradicciones y de falsedades que sí son desmontables porque existe documentación de la época para desmentirlas. La principal contradicción y falsedad es la de atribuir a estos cien o cien y tantos ilicitanos la presunta quema de iglesias. Los templos fueron presa de las llamas tres años antes de este fusilamiento, el 20 de febrero de 1936, días después de las elecciones. Quienes prendieron fuego de forma exaltada y descontrolada a estos centros de arte y cultura además de religiosos, no eran de Elche, no fueron trabajadores sindicalistas ilicitanos sino milicianos anarquistas forasteros, sobre todo de Alcoy, Castellón y Valencia, que iban bajando pueblo a pueblo quemando templos desde el norte de la hoy Comunidad Valenciana hasta llegar a Murcia. La prensa local recogió el suceso como noticia coincidiendo con los testimonios de dispares personajes ilicitanos de todas las tendencias e ideologías, testigos de aquella quema, asegurando que eran muchos, -se habló de varios cientos – los anarquistas forasteros que quemaron los templos de Elche y que ningún hijo o vecino de esta ciudad, ningún ilicitano participó en este condenable y salvaje acto. Personalidades de la izquierda y derecha locales como el alcalde socialista Hernandez Rizo, el católico presidente de Adoración Nocturna Española y falangista Eloy Espinosa, el diputado republicano radical y masón Lopez Orozco y su secretario Nazario González, el ex alcalde socialista Manuel Rodríguez, el concejal comunista Vicente Alcalde, entre otros, fueron algunos de los importantes personajes ilicitanos viejos conocidos entre sí que salvando las diferencias ideológicas y considerando una aberración la quema, se pusieron en la puerta del principal templo, la Basílica de Santa María, para impedir el paso a aquellos exaltados anarquistas forasteros y evitar que el patrimonio artístico desapareciera para al tiempo garantizar la pervencia del culto como personas respetuosas con la Iglesia y defensoras del derecho a la libertad religiosa.

A todo esto cabe añadir, el testimonio de familiares y amigos de los fusilados que declaran que ellos fueron trabajadores de las principales y más importantes fábricas de Elche -que entonces contaban con plantillas superiores al centenar de trabajadores -en manos de unos pocos contados industriales caciquiles– tenían contratados a pistoleros a sueldo para dominar a sus delegados sindicales huelguistas y aplicaban tratos vejatorios a sus obreros- como los Ripoll y los Ferrández. Por fortuna, los sucesores, no se parecen nada, son gente moderada y demócrata que no tiene culpa de los excesos de sus padres y abuelos.

A mi me criticaron algunos algunos personajes de la derecha pepera ilicitana por hacerme eco “de cosas que no son verdad” en mis recientes artículos sobre los jóvenes fusilados y enterrados en la fosa común. Sin embargo, cuando les pedí a estos personajes que me dieran las identidades de esos supuestos ocho ejecutados, si deseaban que rectificara públicamente o contrastara la información en un nuevo artículo, callaron y se dieron media vuelta alejándose.

Una conducta sospechosa y nada transparente. ¿Hay algo de verdad en lo que estos dirigentes de la derecha local dicen respecto a los fusilados? ¿Esconden estos pperos ilicitanos algo sobre este suceso o han hecho una jugada de farol porque intentan tapar y callar todo lo que huela a república y guerra civil. ¿Existen aún supervivientes de aquellos ejecutores, de ilustres familias en la actual derecha ilicitana y por ello semejantes personajes actuan para que no se descubra nada que ponga en evidencia a alguien de los suyos? ¿Temor a represalias o reminiscencias de revanchismo? De todo un poco, digo yo.

Porque, si tanto les irrita que se aireen las fosas comunes de los ejecutados por el franquismo -cuando se supone que el PP oficialmente no tiene nada que ver con aquel aunque aún tenga en sus filas a viejas glorias del anterior régimen- ¿por qué no defienden a las víctimas de la derecha católica, que haberlas las hubieron y que aún no se las ha resarcido, críticas con el franquismo y que éste ejecutó como “traidores” encargándose de silenciarlas históricamente? Como los honrados agricultores y humildes católicos ilicitanos de tendencia conservadora. O los curas vascos que Franco mandó matar. O con algunos líderes catalanes de la derecha católica, algunos republicanos y nacionalistas-catalanistas, también ejcutados por el el franquismo. Porque éste no sólo ejecutó a republicanos, sino también a algunos de los llamados "suyos" que se
atrevieron a discrepar.
¿A qué esperan el PP y demás partidos derechistas para reivindicarlos? Así, la Ley de la Memoria Histórica jamás será total e íntegra sino parcial.
Ellos se lo pierden.
Pero por favor, que no silencien, intoxiquen y manipulen la Historia.

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Josep Esteve Rico Sogorb. Nieto y sobrino de republicanos victimas del franquismo. Es escritor, blogger y periodista (articulista-columnista).

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