Escribo esta columna para despejar cualquier sombra de duda sobre un modo de vida que para mí resulta difícil de entender, y sobre todo cuando se intenta recuperar el sentido de las cosas. Existe una especie de angustia existencial (ese es el modo de vida) que persigue a muchas personas, y yo soy de los que piensan que tu existencia es la que te llena de posibilidades creativas... Reconozco que puedes pasar incertidumbres cuando compruebas que existe gente que no guarda relación con la moralidad que debe regir el destino de una sociedad equilibrada.
Yo, en mi caso, y por mis creencias e ideología, no puedo ni debo sustraerme del cumplimiento de la moral. Sea como fuere, tengo que incidir en las inigualables virtudes que se hallan escritas en el código de buena conducta de una sociedad sana, y que también deberían hallarse respectivamente en el código ético y en una conciencia general con capacidad para preservar valores que constituyen un ejercicio social valiente y responsable.
Sobra decir que las virtudes refuerzan las certezas y convicciones, así como la razón de ser capaz de eliminar la soledad y el desarraigo que muchas gentes sienten en su mundo interior. Con lo que no comulgo es con esta sociedad extraña de hoy, que no me atrae para nada, y la razón es porque aumenta por días el desajuste con su propia realidad.
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