A pesar de las inclemencias del tiempo, Valencia celebra sus grandes fiestas: las Fallas. Son días intensos, emocionantes, pasionales, pero con fuertes vientos y lluvia, algo que no ha mermado las ganas de celebrarlas a los falleros y falleras. Los monumentos se han plantado, con sus momentos complicados pero falleros y artistas codo con codo han hecho frente a las inclemencias del tiempo y han terminado de plantar los catafalcos monumentales que sucumbirán convirtiéndose en cenizas la noche del 19 de marzo. El fuego purificador, será el encargado de dar los últimos compases a esa pira de las vanidades, en la que serán quemados todos los males que sufre la sociedad para renovarse y proyectarse hacia la nueva primavera.
Son días para disfrutar de la pólvora, si los fenómenos meteorológicos nos lo permiten. Y es que Valencia huele a traca, masclet, femella, rodeta y tro de bac. Una selección de aromas, que nos seducen y atraen embrujándonos ya que la mixtura de la pólvora nos provoca hechizos en los que los valencianos nos transformamos y a los que nunca renunciamos. Hacemos de la pólvora, un espectáculo quizás el más hermoso ya sea en forma de “mascletá” o de “castillo de fuegos artificiales”. La mecha que lo prende, es totalmente pacífica, alejada de conflictos bélicos, y sobre todo festiva, alegre, amiga de sus amigos. Todos estamos llamados a hacer de la pólvora fallera, la mejor ofrenda a todos los que sufren la guerra en Ucrania, injusta de un desequilibrado que nos puede llevar a los enfrentamientos mayores más insospechados.
La tierra valenciana, es un lugar para la paz, en los campos, huertas, en el mar. En todos los lugares se brinda por la tranquilidad y la concordia. Por eso, las fiestas falleras están dedicadas al patriarca san José, el primer carpintero de la Historia. Su bondad, espiritualidad, aceptación de la voluntad de Dios y su tranquilidad, le hacen merecedor de los más encendidos elogios. Por eso, las fiestas falleras están dedicadas a su patronazgo, porque son unos eventos en los que reina la espiritualidad. Se quema todo lo malo gracias al fuego. Todo lo inservible, prende y arde, en honor del patrón. Y de las cenizas, renace de nuevo la vida fallera. Es como el “ave fénix”. Por eso, tiene un sentido tan trascendente porque estamos ante la fiesta que convierte las acciones negativas en positivas.
Y los valencianos, ofrendan no solo a san José sus flores y frutos, sino que también ofrecen a la Virgen de los Desamparados, la Patrona del Reino de Valencia, sus mejores pétalos de flor, como reconocimiento a la Mujer más Hermosa, la Perla del Turia, la Cheperudeta, la Madre de todos los valencianos. Los valencianos, la ponen en el centro de su vida, ya que la fiesta rinde tributo y homenaje, a la mujer por encima de todo. Es la que da la vida, la que perpetúa la continuidad de la especie humana, la que cría a los hijos, la que los educa en la Fe, la que siempre tiene la palabra más amable para sus hijos, la que se sacrifica por ellos, la que siente y se alegra con lo bueno y entristece con lo menos bueno, pero su plegaria será siempre “escuchada” por la Patrona de Valencia qué bajo su manto, acogerá a todos sus hijos e hijas.
Que la “Ofrenda de flores” a la Virgen de los Desamparados, sea el mejor de los tributos por la Paz y la Concordia, por la buena convivencia de los pueblos en guerra y conflicto bélico, por iluminar las mentes de los dirigentes para que se paralice todo lo que se realiza contra la sociedad, las gentes y los pueblos. Quedará demostrado que la pólvora que se prende en Valencia, es signo de Paz, que hacemos extensivo a todo el Mundo. Felices Fallas para todos.
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