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Agente 007

Juan López Benito
lunes, 16 de noviembre de 2015, 06:41 h (CET)
Recientemente el diario alemán Der Spiegel afirmaba que los servicios secretos alemanes, habían estado espiando a través de las embajadas establecidas en su territorio, a numerosos países entre los que se encontraban Reino Unido, Francia, Estados Unidos o España. Asimismo, el Diario Global Times manifestaba días atrás, la puesta en marcha por el Gobierno chino, de un curso acelerado de contraespionaje dirigido a los monjes tibetanos, para que éstos puedan combatir el independentismo tibetano en los centros religiosos.

Además de todo esto, a principios de este mes llegaba la confirmación por parte del Tribunal Supremo, de la orden de expulsión del espía marroquí Noureddine Ziani. Recordemos que el CNI había elaborado un informe que solicitaba su inmediata expulsión de España, tras acusarle de fabricar numerosos informes para la inteligencia marroquí, además de divulgar de forma expresa doctrina extremista.

Pero llegados a este punto, como dirían los clásicos, e imbuidos en este ambiente de intriga, quisiera mencionar aunque sea sucintamente, dos episodios cumbre del espionaje internacional, protagonizados por actores españoles, y que deberían haber tenido por su riesgo y compromiso un mayor reconocimiento en la historia de nuestro país.

En primer lugar, aludo a la intrépida labor del personal diplomático y consular establecido en Canadá durante la guerra hispano americana de 1898, personalizados en el Teniente de Navío Ramón de Carranza y en el Secretario de la Embajada española en Washington y jefe del dispositivo, Juan Dubosc.

La red de inteligencia española funcionó durante el conflicto a la perfección, informando al Gobierno de gran parte de los planes estadounidenses, como la filtración de la operación que se estaba forjando para emboscar la escuadra de Cervera en Santiago. Todo ello a pesar, de la extrema dificultad que representaba cualquier tipo de comunicación con la Península y con sus territorios ultramarinos, tras la destrucción yanqui de los cables telegráficos submarinos en el área caribeña. Pero es que además, la delegación norteamericana que llegó a París para negociar la paz… ¡Nunca sospechó que una de sus secretarias, Sara Atkinsons, era un agente español!

Pero para episodios valientes, las andanzas del barcelonés Domingo Badía en Marruecos. El español junto con el primer ministro Godoy idearon un plan que tendría como objetivo prioritario impulsar un cambio en la política exterior del sultán, o al menos favorecer las acciones de los opositores al soberano marroquí. La inestabilidad que se concebía provocar, favorecería el asalto y ulterior toma de Marruecos por tropas españolas. A juicio de Domingo Badía, acabar con este régimen aunque fuese mediante traiciones y engaños, además de las consiguientes ventajas comerciales y geoestratégicas, conllevaría también un propósito civilizador.

Badía se empapó durante una larga temporada, de amplios conocimientos científicos y culturales a través de una serie de viajes a París y Londres. Estudió árabe con profusión e incluso se circuncidó. Interpretaría en Marruecos el papel de un miembro de una rica familia siria, que emprendía el regreso a su patria tras una larga estancia formativa en Europa.

Una vez establecido y gracias a su notable competencia, realizó interesantes observaciones geográficas y sobre aspectos relevantes de los sistemas defensivos del ejército marroquí. Supo seducir a través de regalos y de sus extraordinarias dotes de erudición a los notables del país, incluida la Corte. Al cabo de unos años y como consecuencia de la colosal labor de Badía, Godoy se apresuró a iniciar los preparativos de una invasión, pensando rememorar los tiempos gloriosos de la España de los Reyes Católicos. Sin embargo, cuando la decisión estaba ya tomada, a Carlos IV, supuestamente contrariado por los manejos de Badía con el Sultán, le disgustó la idea de la traición y mandó suspender el proyecto de invasión.

Domingo Badía desconcertado inició apresuradamente el camino de la huída, pues era cuestión de tiempo que su traición fuese descubierta en la Corte. Inició entonces un increíble periplo por el Norte de África y el Mediterráneo Oriental que le llevó a visitar entre otros lugares La Meca, siendo el primer europeo en ofrecer a Occidente una información pormenorizada de esta ciudad, vedada históricamente para los no musulmanes. Años después y exiliado en Francia, se editarían sus aventuras que cosecharon gran éxito en el continente europeo.

Contemplamos que en ambos casos, los dirigentes políticos no estuvieron a la altura de sus subordinados, circunstancia mil veces repetida en la Historia de nuestro país. Badía, Carranza, Atkinsons… Como consuelo y observando que el mundo de espías no sólo cobra protagonismo en los medios de comunicación, sino también en la gran pantalla con películas tan esperadas por el público como las de James Bond o el “Puente de los espías”, recomiendo a directores y guionistas españoles que si quieren dejar pequeñas las hazañas del agente 007, indaguen en la historia de nuestro país, y encontrarán un sinfín de hechos tan memorables como los señalados.

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