Mi admirado José Luís Garci dirigió en el año 1982 una extraordinaria película bajo ese título que recibió el Oscar al mejor film extranjero en aquella edición. Trata de la vuelta a las raíces de un premio Nobel español allá por los años ochenta del pasado siglo. Esta frase ha venido a mi mente con motivo de dos circunstancias que se han producido en mi entorno en estos días. La primera es el estreno de mi nuevo domicilio. Soy poco proclive a los cambios de ningún tipo, pero las circunstancias mandan y, finalmente estoy muy contento con el cambio. He pasado de escuchar la nada y los pajarillos a primera hora del día, a escuchar, muy en la lejanía, los ecos de los bares o los vehículos del vecindario. De vivir en la montaña a vivir en plena urbe. Por otra parte he recibido con una mezcla de pesar y de admiración la noticia de la enfermedad de un gran amigo, un hermano y un mentor que me ha acompañado y enseñado en los últimos cincuenta años. Se trata de mi amigo Pepe García que ha redactado un extraordinario artículo, como todos los suyos, en el que explica los avatares de su proceso de lucha contra la “maldita enfermedad”. Pepe es un líder nato. Un maestro, en toda la extensión de la palabra y un mentor, personalmente para mí, en el conocimiento del Evangelio y la transmisión del mismo. Ha sido diputado, subdirector general del ministerio de educación y, sobre todo, un gran escritor y poeta. La buena noticia de hoy se basa en su entereza, en su saber afrontar las dificultades y en su capacidad para explicar la nueva situación con una gran sencillez. El ser amigo de Pepe es una buena noticia para mí y para todos los que tenemos la suerte de vivir cerca de él y compartir su experiencia. Pepe ha vuelto a empezar. Con mucha dignidad. En su artículo de hoy, que podéis leer o descubrir en las redes sociales (José García Pérez, en Factbook) o en el diario digital “EL FARO DE MÁLAGA” podréis valorar la fortaleza de espíritu de mi amigo Pepe. El considerarme su amigo es para mí la mejor noticia. La otra buena noticia es que se puede sobrevivir a una mudanza. Nunca lo habría pensado.
|