El mundo entero está horrorizado por los sucesos ocurridos el día trece de noviembre en París. Todo son lamentos, lloros, palabras de conmiseración y altisonantes declaraciones de firmeza de los dirigentes políticos.
¿Cuántos horrendos ataques terroristas ha soportado hasta ahora la Civilización Occidental?¿Cuántos muertos, heridos y mutilados? Mejor es no enumerarlos.
Tras cada uno de ellos, los políticos han repetido las mismas o parecidas palabras y han dado la seguridad de que los musulmanes yijadistas recibirán el castigo que merecen, pero hasta ahora no se han tomado medidas verdaderamente contundentes, salvo la constante vigilancia de las fuerzas de Orden Público de cada Estado de los que han sufrido el terrible mordisco de la vesánica destrucción de estos sádicos criminales.
Se ha hablado de Alianza de Civilizaciones, de acercamientos pacíficos, y de procurar entablar diálogo con ellos para convencerlos de que desistan de sus crueles y perniciosos propósitos.
Cataplasmas, emplastos, parches, como se dice en nuestra tierra: “pan para hoy y hambre para mañana”.
Estas fieras han de ser atacadas en sus cubiles y madrigueras. No podemos seguir inactivos, mientras ellos nos masacran. Hay que ir a donde se encuentran y aplicarles la misma medida que ellos emplean con nosotros.
Hemos de tomar en muy seria consideración que lo que pretenden es eliminar nuestra civilización y acabar con los infieles como nos consideran, para extender su religión por todo el mundo.
Intentaré refrescar la memoria, o dar a conocer el significado de la palabra yihad. Ésta, es polisémica, por tanto tiene varios significados, desde esfuerzo, sacrificio y denuedo para construir una buena sociedad musulmana, hasta el de la lucha para defender y propagar el Islam con la fuerza, si es necesario.
No hay duda de que muchos miles, millones de musulmanes la pondrán en practica según las primeras acepciones y serán personas de buena voluntad que busquen el bien de los demás y el perfeccionamiento propio, pero tampoco podemos cuestionarnos que ya, desde los tiempos de Mahoma, se utilizaba como yihad santa o guerra santa.
Son muchas las Suras o Azoras del Corán que, en sus correspondientes versículos o aleyas, hablan del exterminio de los no creyentes. No voy a enunciarlas todas, pero sí, las pondré a pie de página para el que quiera consultarlas y espigaré alguna que otra que incluiré en el texto.
Sura 3: 142
“O ¿creéis que vais a entrar en el Jardín sin que Dios haya sabido quiénes de vosotros han combatido y quiénes han tenido paciencia?”
Sura 4: 71-78
“¡Creyentes! ¡Tened cuidado! Acometed en destacamentos o formando un solo cuerpo”.
Sura 8: 59-66
“¡Que no crean los infieles que van a escapar! ¡No podrán! ¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Dios y vuestro y a otros fuera de ellos, que no conocéis pero que Dios conoce!”
Sura 9: 38-52
“¡Creyentes! ¿Qué os pasa? ¿Por qué, cuando se os dice: Id a la guerra por la causa de Dios!, permanecéis clavados en tierra?”
“¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Dios con vuestra hacienda y vuestras personas! Es mejor para vosotros. Si supierais…”
Sura 47: 4-13
“Cuando sostengáis, pues, un encuentro con los infieles, descargad los golpes en el cuello hasta someterles”.
Considero que estas muestras son más que suficientes para que malhechores fanáticos las interpreten al pie de la letra y, como están convencidos de que si sacrifican su vida por Alá, les espera el paraíso musulmán o Jannat, en él que tendría cada uno como premio, al menos setenta y dos bellas huríes vírgenes a su disposición, no dudan en cometer verdaderas atrocidades, aunque sea a costa de su propia vida.
Para jóvenes, casi adolescentes, fanatizados por ese premio, que son los que perpetran estos horribles atentados, no es extraño que consientan morir matando, ya que les espera un deleitable premio.
Por ello, se impone una rápida y drástica acción por parte de Occidente, pues si no en cualquier país, lugar, momento y mínimo descuido, proliferarán acciones como las que acabamos de vivir, pues estamos ante una guerra (son palabras del Papa), en la que no se conoce al combatiente, ya que es una hidra con múltiples cabezas, que puede llevar a cabo una matanza inenarrable.
Dios quiera que me equivoque, pero tras este momento de furia justificada, efervescente deseo de devolverles el golpe allí donde se encuentren y que el peso del castigo recíproco caiga sobre ellos, no vuelvan nuestros políticos actuar como en los múltiples atentados anteriores, quedándose todo en agua de borrajas.
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