Una vez más, y a raíz de los atentados de París hemos asistido a un sinfín de intervenciones en los medios de comunicación y en diferentes foros, de observadores, tertulianos y políticos que se enzarzan, como diría el Presidente del Gobierno, en “discusiones bizantinas”, para escudriñar el origen o la causa de la barbarie terrorista. Las constantes alusiones a las intervenciones de los países occidentales en Irak, Afganistán, Siria o Irán, o la administración de esta zona en forma de Mandatos en el período de entreguerras, por parte de Francia y Gran Bretaña, son muy recurrentes para explicar las causas del actual desafío que vivimos.
Sin embargo y aún reconociendo que todas estas acciones han condicionado o podido alimentar determinados movimientos o actividades insurgentes, ceñirnos en el análisis exclusivamente a aquellos hechos, es a mi juicio demasiado simple.
El debate por rastrear y diferenciar la causa de los pretextos, o dicho de otro modo separar entre causas secundarias y causas primarias fue ya abanderada en la Antigüedad por los historiadores Tucídides y Polibio.
Tucídides será el primer historiador que se pregunte verdaderamente por las causas de los sucesos. Es muy interesante observar cómo se detiene en el episodio de la famosa peste que asoló el Ática en plena Guerra del Peloponeso. La gente atribuía la epidemia a un castigo de Apolo, sin embargo, Tucídides apuntará que no existía tal castigo divino, pues sucumbían por igual hombres religiosos como ateos, señalando además en sus textos, los síntomas y la procedencia de la pestilencia.
Existe una correlación entre la técnica empleada por Tucídides y el proceder de los médicos hipocráticos introductores en aquella época, de la técnica del diagnóstico. Por vez primera, en el campo de la medicina se cuestionaba por las causas de las enfermedades, descartándose absolutamente las influencias sobrenaturales.
Con esta conducta, se interrogará Tucídides en su magistral obra ”la Guerra del Peloponeso”, sobre la causa del conflicto entre Atenas y Esparta, partiendo de una distinción clara entre las causas inmediatas y la causa profunda de la conflagración. Imputar el origen de la contienda a la disputa e influencia de una serie de colonias era demasiado ingenuo. Se trataba en realidad, de una lucha por la supremacía entre dos sociedades y modelos antagónicos.
Del mismo modo siglos después, el historiador griego Polibio, determinará en sus textos que el móvil lo constituye toda una serie de ideas, sentimientos, pensamientos, concepciones o aspiraciones que evocan una decisión y una acción posterior. Por ejemplo, si tomamos como paradigma la II Guerra Púnica, ésta no tendría como causa determinante la toma de Sagunto por los cartagineses, tal y como figura en muchos manuales escolares. Esta operación sería el pretexto o formaría parte de una causa secundaria, mientras que en el análisis de las causas habría que remitirse a cuestiones acerca de los modelos políticos, aspiraciones hegemónicas, motivaciones económicas y a otros aspectos complejos de ambos poderes. El siguiente fragmento expresa muy bien este sentir:
“Yo sostengo que los inicios de todo son los primeros intentos y la ejecución de obras ya decididas; causas son en cambio, lo que antecede y conduce hacia los juicios y las opiniones(…) Lo que atrae y reporta utilidad a los estudiosos es precisamente el estudio de las causas y la elección de lo mejor en cada caso. Pues ha de considerarse en todo asunto como causa suprema tanto para el exilio como para el fracaso la estructura de la constitución política, pues de ella, como de una fuente, no sólo surgen todas las intervenciones y proyectos de los actos, sino también el resultado”
En este artículo quiero subrayar por tanto, que a la hora de trazar un análisis riguroso de cualquier acontecimiento, no nos quedemos solamente en el examen de las denominadas, por Tucídides causas secundarias, que por cierto se adaptan muy bien a un titular de prensa o a un eslogan político, sino que profundicemos y avancemos para localizar las verdaderas causas. De este modo, además de no desorientar a los ciudadanos, nos sería muy útil para combatir el terror.
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