Todo iba sobre ruedas, desde aquella transición, que nos “tocó” el corazón con sentimiento filial.
Ya, desde aquel sitial, vimos nuestra España amada, admitida y respetada en el ámbito mundial.
Transcurrieron varios años, de hermanamiento sincero, y se pasmó el extranjero viendo nuestra ejecutoria.
Y al conocer nuestra historia, repleta de hombres cabales, pisaron nuestros umbrales para unirse a nuestra gloria.
Sufrimos un retroceso, en los tiempos de la ETA, que usaba la metralleta con desprecio y cobardía.
Mas, nuestra fuerte armonía, llena de una gran prudencia perseguía esa violencia sin usar la artillería.
Así se logró implicar, con tesón y con bemoles, a un montón de españoles en patrióticos conciertos.
Que, con voluntad y aciertos, les presentaron batalla, aunque esta infernal canalla llevaba casi mil muertos.
Pero, la fatalidad, a veces alimentada, nos tenía reservada otro contratiempo grave.
No procedía de una nave con efecto invernadero; sino de un tal Zapatero con su malhadada llave.
Porque este infame sujeto, apoyado en mil embustes, hizo una serie de “ajustes” a base de mala saña.
Esa maniobra huraña, sin dudar obedecía, a que a él le apetecía cambiar la historia de España.
No completó Zapatero, su desastrosa gestión, de derroche y destrucción, porque en unas elecciones Rajoy con sus barones, obtuvieron mayoría frustrando las tropelías del hombre de las traiciones.
La cosa cambió de nuevo, y se instaló la traición, de un hombre sin corazón mentiroso y pendenciero.
Peor aún que Zapatero, que solo aspira al poder aunque hubiera que vender nuestra España al extranjero.
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