Sí, en verdad que, al igual que existe el toreo de salón, también florece el comunismo de salón. En el toreo de salón, el “pretendido” matador se luce con el capote o la muleta ante unos cuernos montados sobre ruedas, llevados por un subalterno, que le embisten y que no podrán causarle daño alguno. Los espectadores le aplauden y vitorea como si en realidad estuviese ante un morlaco de 600 kilos. El aficionadillo se siente satisfecho y bien pagado con unas aclamaciones de oropel. Igual ocurre con estos comunistas que pretenden asaltar el cielo (palabras de Pablo Iglesias) en beneficio propio. Esta harca de comunistas que pretenden gobernarnos practica un comunismo para ricos, viviendo en lujosas mansiones (¿qué hay del piso de ochenta metros cuadrados en Vallecas, Pablo Iglesias?) protegidas y vigiladas por fuerzas de orden público que costeamos los pertenecientes a la denostada “Casta”; viajan, como cualquier mal nacido de esta, en Falcon a Nueva York y se pasean haciéndose fotos por la Quinta Avenida. Cuentan, puede ser verdad y que no haya pasado, que en los primeros años del comunismo en España, estaban “repartiendo” la riqueza de los señoritos del pueblo varios comunistas: “el cortijo de D. José para Antonio”, la fábrica de harina para Rafael”, y así sucesivamente. De pronto dijo uno de ellos: Las cabras..., no lo dejó terminar el que hacía el reparto: Las cabras ni se tocan. Yo tengo cabras. Este es el comunismo bien entendido, lo mío para mí y lo tuyo para los dos. Así es comunista cualquiera. Se dice que el general Otelo Saraiva de Carvalho, de Portugal, se entrevistó con el Primer Ministro de Suecia Olof Palme y le dijo: “Nuestra revolución va a acabar con todos los ricos”, Palme la contestó: “Vaya, nosotros queremos acabar con todos los pobres”. Acabar con los ricos, eliminar la posibilidad de crear puestos de trabajo y riqueza que es lo que hace que las naciones prosperen y alcancen un grado de bienestar satisfactorio que cubra sus necesidades, eso es lo que pretenden estos comunistas que visten según los dictámenes de la moda. Una izquierda radical y trasnochada de lucha de clases que no tiene cabida en este siglo XXI. Hoy la diferencia de clases está tan desdibujada que no se distingue la casa de un trabajador manual, con todas las comodidades posibles, de la de un adinerado “capitalista”. La palabra proletario debería de desaparecer del vocabulario. Me explico. Esta locución nació en el tiempo en el que un trabajador, al no conseguir dinero suficiente para sustentar a su familia aumentaba su prole que comenzaba a trabajar a edad muy temprana para subvenir a los gastos familiares. Marx utilizó esta palabra en su manifiesto comunista para referirse a las personas de la clase obrera que, según él, no tenían otra cosa que ofrecer a la sociedad que su fuerza de trabajo y su prole. Hoy día, cuando el promedio de nacimientos por familia en España es tan bajo que llega a 7,1 por mil, y un índice de fecundidad de 1,19 hijos por mujer, no podemos hablar de prole en el sentido prístino de la palabra, como fuerza de trabajo. Conocí personalmente a Julio Anguita, fuimos compañeros de estudios de Magisterio. No compartía sus ideas porque para repartir la miseria, siempre hay tiempo, y lo que necesita un país es que el capital cree puestos de trabajo; pero siempre lo respeté por la firmeza con la que defendía sus convicciones, y jamás se aprovechó de su posición para medrar económicamente. Estos comunistas de salón que viven tan ricamente en sus dachas rodeados de toda clase de lujos y bienestares bien podrían aprender de él y de otros comunistas íntegros que han defendido sus ideas aun a costa de ser encarcelados. Hoy es muy fácil ser comunista.
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