La maternidad tiene un gran valor en todas las culturas, por todo el mundo. Desde siempre la maternidad ha sido como algo sagrado. En la mitología griega, la presencia de Diosas aparece como preponderante en un periodo muy antiguo de nuestra historia, época que según hallazgos arqueológicos parece haberse caracterizado por sociedades organizadas, de paz y prosperidad con una evolución social, tecnológica y cultural en ascenso. Algunos teóricos, se han basado en la existencia de dichas deidades y en la forma de vida sedentaria, pacífica y ligada a la tierra como indicadores de una organización "matriarcal".
La teología cristiana con sus raíces en el judaísmo tiene profundas consecuencias en la historia de la mujer. Las primeras provienen del Génesis que muestra una imagen de Eva, susceptible a la tentación y culpable de la desventura de Adán. La mujer del Antiguo Testamento es hueca, débil y caprichosa. En el s. IV, con la influencia de San Agustín, la mujer es vista como un símbolo del mal, "una bestia que no es ni firme ni estable, llena de odio, que alimenta de locura… fuente de todas las disputas, querellas e iniquidades".
En la edad media empezó a haber una valoración extrema de la virginidad. La mujer casada y viuda sólo podía optar a ser una buena mujer pero se encontraba en desventaja frente a la virgen. No estaba claro el camino de salvación que tenían las mujeres casadas, su opción era sólo la penitencia y arrepentimiento. Parece haber en la cultura de la época, particularmente en los varones, una especie de aversión al inicio de la vida.
Mitos de la maternidad en la actualidadEn numerosas ocasiones se equipara ser mujer con ser madre a partir de la creencia de un instinto materno de carácter universal. De este modo, “mujer y madre quedan anudadas como versiones que se corresponden invariablemente en el universo femenino”. El discurso biológico permite tomar un aspecto de la mujer por el todo: “La mujer al formar parte de la naturaleza debe ser madre por instinto. Si alguna se aparta de este mandato puede ser considerada anormal o desviada”, según se explica en el libro Claroscuros de la maternidad: entre hadas y brujas, de las psicólogas María Fernández Castaño y Graciela Panzitta.
La idea de que una madre lo da todo por sus hijos, sin esperar nada a cambio, "esta esencia materna conduce a una sacralización de lo materno, que implica un amor puro, no atravesado por aspectos eróticos ni agresivos. De ella no se esperan ni se aceptan ciertas conductas”, tal como lo desarrollan en el libro.
RealidadesLa maternidad no es una cuestión natural instintiva. Las expertas indagaron en cómo están construidos los mitos sociales sobre la maternidad y su incidencia en la subjetividad. Al considerar que toda mujer debe ser madre o que son equivalentes, se transforma un aspecto de la mujer en el todo.
Tres recursos se emplean para dar fuerza a este mito: - En primer lugar, la ilusión de naturalidad, ya que la posibilidad de reproducción y el instinto materno intentan enmarcar la maternidad en el terreno de la naturaleza. Sin embargo, desde el punto de vista conceptual es necesario diferenciar la reproducción de la maternidad. La primera alude al hecho biológico, mientras que la segunda se refiere a un hecho de la cultura.
- En segundo lugar, la ilusión de atemporalidad, ya que, al tratarse de una cuestión natural, “siempre fue así y siempre seguirá siendo así”.
- Por último, la exaltación de la maternidad como esencia de lo femenino,que conlleva a que la mujer deba tener una dedicación mayor a los hijos, aunque ya no tenga la cantidad de hijos que se parían en siglos anteriores, que podían ser hasta veinte.
La verdad que nadie te cuentaUna mamá en la sociedad actual, en una ciudad, es difícil que se encuentre con un grupo que la apoye. El concepto de tribu se ha perdido. Ese conjunto de personas que van todos a una, con los mismos intereses y con un ideal común. Una mamá en este siglo, en este entorno, lo que se puede encontrar es soledad. No va a poder verbalizar sus ideales, preocupaciones, temores y anhelos con claridad porque seguramente sea juzgada de forma peyorativa o se infravaloren sus emociones.
La experiencia de las madres que luchan por convencerse de que están "bien" después de lo que puede ser un calvario en el mejor de los casos -y una experiencia cercana a la muerte en el peor- se examina con perspicacia en el libro de Marianne Levy, Don't Forget To Scream.
En una anécdota, explica: "Me puse a charlar con una madre en la puerta del colegio y le pregunté por su experiencia en el parto. Fue horrible", me dijo. Por eso sólo tengo uno. Pero, ya sabes, está bien'. "¿Lo está? le dije. Se quedó pensando un momento. No".
El libro es una colección de ensayos que dan sentido a los cambios psicológicos y a la fuerte agitación emocional que supone convertirse en madre, y que también reflexionan sobre por qué la gente está tan poco dispuesta a hablar de ello.
"Después de que naciera mi hija, hace ocho años, cuando intentaba contarle a la gente lo que me ocurría, me decían que estaba equivocada o confundida", cuenta Levy a BBC Culture, explicando lo que la llevó a escribir el libro.
"Era como si, al convertirme en madre, mi lenguaje hubiera perdido su significado. Algunas veces, literalmente, se alejaron. Así que cuando nació mi hijo, cuatro años después, en lugar de hablar, escribí. Descubrí que podía ser sincera en la página de una manera que no podía en una conversación".
Sin embargo, Levy se opone a la idea de que la cultura se está volviendo demasiado negativa con respecto a la maternidad cuestionando lo que es realmente una representación "negativa" en primer lugar:
"Para mí, la representación negativa es la de la madre perfecta; la imagen tradicional de una mujer rebosante de amor tierno e inagotable que nunca alberga un momento de negatividad (o, de hecho, de personalidad)... Parece que hemos eliminado el espacio para que las mujeres hablen libre y abiertamente sobre sus experiencias al tener y criar bebés e hijos. El resultado es tremendamente perjudicial para la salud mental de la familia".
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