El 1 de mayo de 1886 la ciudad norteamericana de Chicago significó el origen de lo que actualmente es el Día Internacional del Trabajo. Una marcha pacífica que se tornó en violenta con la muerte de trabajadores por disparos de la policía.

Protestas obreras a principios del siglo XX
La reivindicación primigenia que pedía la reducción de la jornada laboral a las ocho horas diarias, aunque ya establecida en los países más desarrollados —léase Unión Europea, Norteamérica, Australia o Japón—, continua siendo una aspiración en buena parte del planeta como objetivo irrenunciable de la clase trabajadora.
Y en un par de semanas volverá a resonar con fuerza junto a otras demandas en las manifestaciones convocadas en todo el mundo por el Primero de Mayo.
La universalización de las reivindicaciones
Aunque la disminución de la jornada laboral siempre fue la exigencia prioritaria de los trabajadores en los inicios del movimiento obrero, con el paso de los tiempos las demandas han ido aumentado y globalizándose incorporando reclamaciones tales como el aumento salarial y su ajuste a la inflación que permita a los trabajadores una vida digna, la lucha contra la precariedad laboral con la exigencia de contratos estables y la eliminación de la temporalidad y la defensa de los derechos sindicales. Así como exigencias más en el terreno de lo social como la lucha contra el racismo y la xenofobia, la exigencia de la igualdad de oportunidades con independencia del origen, raza, religión y sexo y la consecución de una sociedad más justa, libre e igualitaria.
La vieja demanda de “8 horas de trabajo, 8 horas de ocio y 8 horas de descanso”, que perseguía un equilibrio entre trabajo, sosiego y vida personal, brotó inusitadamente en el incipiente movimiento obrero de finales del XIX. Chicago fue su génesis y más de 300.000 trabajadores salieron a las calles, la manifestación más multitudinaria hasta esa fecha.

Manifestación del 1 de mayo
El 1 de mayo en España y en el mundo
En 1889, tres años después de las protestas, la II Internacional Socialista, una organización formada por los partidos socialistas y laboristas de todo el mundo, decidió que el Primero de Mayo se convirtiese en el Día Internacional del Trabajador, en memoria de los trabajadores muertos en las manifestaciones y los condenados a muerte tras su detención en las mismas.
El relevo de las reivindicaciones laborales lo tomarían movimientos anarquistas y comunistas durante las primeras dos décadas del siglo XX. Y tras la finalización de la I Guerra Mundial la lucha del proletariado adquiere protagonismo añadiendo un nuevo lema: “Por una sociedad sin clases”. Mientras, en España la ciudad de Barcelona fue la pionera en la celebración del 1 de mayo en 1890.
En 1919 se establece por decreto la jornada laboral de 8 horas diarias tras una huelga salvaje de 44 días de duración en el tejido productivo de la Ciudad Condal que paralizó el 70% de toda la industria de Cataluña. Unas protestas agitadas y auspiciadas por el sindicato anarquista CNT (Confederación Nacional del Trabajo), muy presente en el movimiento obrero español con una afiliación que pasó de los 15.000 afiliados en 1915 a más de 700.000 cuatro años después.
La dictadura de Primo de Rivera y posteriormente la de Franco, con el paréntesis por medio de la II República, fueron periodos de una represión férrea a sindicatos, movimientos obreros y sociales y organizaciones de izquierda, pero con la democracia retornaron las celebraciones en todo el país de las manifestaciones reivindicativas del 1 de mayo y la legalización de sindicatos y partidos políticos.
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