“En los años de mi juventud, cuando empezaba mi carrera política, con todas mis esperanzas, sueños y ambiciones, a mí y a muchos de mis compañeros nos parecía que si llegásemos a un período en donde tuviésemos buenas cosas, una buena educación, y un nivel de vida razonable, entonces todo quedaría resuelto, tendríamos un buen futuro y todo sería más fácil. Ahora sabemos que eso no es así.
Nos enfrentamos a un verdadero problema de la naturaleza humana. ¿Por qué tropezamos con tantos casos de crueldad hacia los niños de este tiempo? ¿Por qué tantos casos de crueldad haca los animales? ¿Por qué tantos casos de violencia? …¿Por qué la gente recurre al terrorismo? ¿Por qué las personas recurren a las drogas? Estos son problemas muchísimo más difíciles… ¿Por qué cuando lo tenemos todo algunas personas recurren a esas cosas tan viles que minan toda la civilización?” Margaret Tatcher primera ministra de Gran Bretaña).
(Margaret Tatcher que por su posición privilegiada, teniendo a su alcance los poderosos medios de comunicación que pose Gran Bretaña, con su vinculación con las personas más poderosas del mundo, ¿por qué en su declaración plantea tantos por qués que no tienen respuesta? La razón de tantos por qués sin respuesta solamente es una: El hombre ha abandonado a Dios. El ser humano sin Jesús que es la Luz del mundo camina en medio de espesas tinieblas espirituales. Le falta la dirección necesaria para tomar decisiones acertadas. Se dice que la Biblia no es un libro adecuado para que los políticos lo lean diariamente y les ayude a tomar decisiones de Estado. Con esa filosofía los gobernantes marginan la fuente de sabiduría que les ayuda en la toma de decisiones que favorecerían a todos los ciudadanos.
Con ello desparecería el advenimiento de la extrema derecha que amenaza la destrucción de las democracias occidentales. El giro hacia la extrema derecha tiene una causa: Hemos abandonado a Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo y sin Él las naciones han perdido el rumbo. Sin Jesús el mundo se encuentra en medio de un mar tempestuoso que amenaza con tragarse a las naciones. La situación de las mismas tiene un cierto parecido con el que se encontraron los discípulos de Jesús cuando navegando en una barca en medio del mar de Galilea, una súbita tempestad amenazó con hundir la pequeña embarcación. Ajeno a lo que sucedía, Jesús dormía plácidamente. El Creador no podía tener miedo de la obra de sus manos.
Los discípulos sacudiendo a Jesús y gritando le dicen: “¿Sálvanos que perecemos!” ¿Qué hacemos con Jesús encontrándonos en un mundo convulso, aterrorizaos por las fuertes tempestades que amenazan con echarlo todo a perder? Nos quejamos a Él y le acusamos de ser el culpable de los males que nos afligen. Los discípulos no se quejaron a Jesús culpándole de la amenazadora tempestad que ponía en peligro sus vidas. Le pidieron ayuda: “¡Sálvanos que perecemos!” (Mateo 8: 25). En medio de la fuertes e insistentes crisis que nos golpean, ¿qué hacen los gobiernos? Quienes creen en el mundo de los espíritus buscan apresuradamente la ayuda de médiums que les recetan mentiras. Los que creen únicamente con lo que pueda verse y palpar, acuden a sus asesores que andan tan perdidos como los que buscan su ayuda. Mientras tanto, el mundo va de mal a peor.
Despertado Jesús de su dulce sueño con un fuerte zarandeo, les dice. ¿Por qué tenéis miedo gente de poca fe?” (v. 26). Sin inmutarse se pone en pie y “reprende a los vientos y el mar, y se hizo grande bonanza” (v.26). De momento los discípulos están desconcertados. Más tarde, encontrándose en la región de Cesarea de Filipo, por cierto plagada de templos dedicados a divinidades paganas, Jesús les pregunta a sus amigos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Le responden: “Unos Juan el Bautista, otros Elías, Jeremías o uno de los profetas”. Entonces Jesús queriendo saber lo que sus discípulos piensan de Él, les pregunta: “¿Quién decís que yo soy?” Entonces Pedro con fe incipiente, pero auténtica, en nombre de sus compañeros le dice: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. La declaración de Pedro reconociendo la divinidad de Jesús no puede hacerla cualquier persona. ¿Quién, pues? Jesús le dice a Pedro: “Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne n sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16: 13-17).
No todos los gobernantes van a hacerse suya la declaración de Pedro reconociendo la divinidad de Jesús. Tampoco van a hacerla todos los ciudadanos. Eso significa que el mundo seguirá siendo un mar tempestuoso que atemoriza a las personas. La fe en Jesús el Hijo del Dios viviente calma la tempestad de quienes creen en él y, en medio del vendaval que le embiste goza de “y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4: 7). Jesús es la solución a los por qués que no tienen respuesta.
|