Cada tarde puedo observar como las diferentes bandadas de aves se van buscando donde pasar la noche. Sus sitios preferidos son las partes más altas de las grúas de la construcción, los postes de la luz y los semáforos. Se pueden distinguir perfectamente sus pitidos, graznidos, gorjeos y demás ruidos guturales, que llaman a capítulo a sus hermanos de raza.
Creo recordar que en mi infancia solo se acercaban a la playa dos tipos de aves: las palomas y las gaviotas. O, por lo menos, teníamos esa sensación. Un poco más lejos, hacía los montículos cercanos a la costa, se apostaban los cazadores de pajarillos con sus redes y sus señuelos para atrapar otro tipo de aves.
Como si se tratara de otro tipo de turistas, la costa se ha llenado de aves foráneas y casi nunca vistas por estos lares. Un claro ejemplo de este hecho es la invasión de cotorrillas que se ha adueñado de una gran parte de los árboles de toda Málaga.
El mundo está lleno de aves bellas, de pájaros corrientes, de algunos que son base de nuestra alimentación o de pajarracos desagradables. Las otrora bellas palomas cantadas por los poetas se consideran ahora como “las ratas con alas” por su tarea destructora en las ciudades.
Las personas somos como las aves, bellas, beneficiosas para la humanidad, suministradoras de alimentos, chupa sangres como los murciélagos, ávidas urracas, emporcadoras y ladronas como las palomas o taladradoras de mente como el pájaro carpintero…
La buena noticia de hoy se basa en que entre este maremágnum que es el mundo, aún podemos encontrar esas personas envidiables que, como la tórtola turca que ayer pude ver, embellecen cuanto les rodea. Hoy me quiero referir a esos 12 hermanos centenarios (la familia Pérez) que son record Guiness de familias longevas. Como he podido ver en un vídeo se han reunido para celebrarlo y son un ejemplo de una vida fructífera y con unos lazos familiares bien apretados. Enhorabuena.
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