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Los cuatro miedos de la vida

El miedo a la muerte se supera cuando la actitud se proyecta en la entrega, la bondad, la generosidad, el desprendimiento, el altruismo, el amor al prójimo y la capacidad de despojarse, sin condiciones, sin esperar nada a cambio sino por el placer de compartir
José Carlos García Fajardo
martes, 22 de diciembre de 2015, 10:45 h (CET)
En la antigua sabiduría Tolteca, según Kapulli y Temazcal, se describían cuatro males fundamentales.

Ante el miedo a la soledad hay dos opciones: La primera es que el ego trabaja para hacerte creer que realmente estás solo, que tú estás unido a los demás con el fin de sentirte protagonista de la vida y encontrar el reconocimiento en la familia, en la pareja, en el grupo de amistades, en el trabajo y en la sociedad.

La segunda opción es que el Espíritu desea que recuerdes que eres parte de una Totalidad. Que tú siempre estás unido a la energía integradora que se manifiesta en una llama interior que tu posees, una luz que debes expandir.

Cuando le das fuerza a esa luz interior comienzas a mirar con los ojos de tu corazón y empiezas a ser consciente de que siempre tienes compañía. Es la compañía con tu ser interior y con un Ser Supremo. Llegarás a comprender que la soledad es una oportunidad de la vida para compartir contigo mismo y empezarán a aparecer aquellas personas que vibrarán con tu misma sintonía e intensidad.

Superar el miedo a estar sin dinero u oportunidades para ser cada vez más abundante, requiere de un trabajo contigo mismo.

Debes darte la oportunidad para considerar que tus emociones sientan ese “deseo de merecer lo mejor para tu vida”. El sentimiento de víctima es una señal de que el fantasma del miedo te invade.

Hay una palabra que cuando la repites empieza a dar claridad al estado de abundancia que hoy tienes. Esta palabra es “gracias”.

Cuando agradeces por todo cuanto tienes y por lo que llegará a ti, comienzas a percibir todas las cosas que la vida te ofrece cada día. Sentirte agradecido por cuanto tienes, por las situaciones que parecen adversas; pero me dejan sabiduría. Gracias por la sonrisa que me regalo esa persona que no conozco. Gracias por tener trabajo, por la comida caliente, por la taza de café, por el sol de la mañana. Reconoce y expresa tu agradecimiento por cuanto es y existe. Celébralo y en poco tiempo comprenderás que aunque la vida pareciera no tener sentido, tienen que tenerlo vivir aquí y ahora.

La enfermedad es un desequilibrio de tu estado de conciencia. Cuando empiezas a sentirte débil, está claro que perdiste tu fortaleza interior. “Enfermedad”, es una palabra que proviene del latín in-firmus, que significa “Sin firmeza”.

Si comienzas a erradicar las auto culpas, estarás dejarás las cárceles del sabotaje mental y te liberarás de estas ataduras. Piensa en positivo respecto de ti mismo.

La enfermedad se contagia, perjudicando a otro ser, como se puede contagiar la salud. Reconcíliate con el pasado, perdona en tu corazón todos los sucesos de dolor y llena tu corazón de alegría, perdón y paz. Permanece también en silencio, porque la plenitud de caer en la cuenta se fomenta en este espacio de meditación.

El remedio para la enfermedad es el amor. Te darás cuenta de que el amor también crea adicción. Llénate de amor, ya que nadie puede otorgar lo que no tiene, da amor y recibirás amor.

Estarás cada vez más sano y lleno de vitalidad. El mundo necesita que estés saludable, para poder cumplir tu responsabilidad de ser gestor de cambios en este planeta, tan necesitado de curar sus heridas.

Si hay algo de lo que podemos estar seguros es de que partiremos de esta vida. Cuando el médico nos da la primera nalgada para que comencemos a respirar, se activa la cuenta regresiva; ese tic-tac que nos indica que vamos yendo hacia el día que debamos “parar”. Por eso la vida es un constante “Pre-parar”, es decir, una invitación a trascender en cada instante vivido, hasta que llegue tu turno de “parar”.

Ante el miedo a la muerte imagina que hace una semana que has muerto y que estás visitando tu propia tumba. Piensa en cual es la frase que escribirían acerca de ti:

¿Que fracasaste en muchas de las áreas de tu vida? ¿Que a algunos no les importa tu partida porque les hiciste la vida amarga? o ¿Que sienten tu partida y que dejaste un espacio vacío que nadie podrá llenar?

El miedo a la muerte se supera cuando tu actitud es proyectarte en tu entrega, bondad, generosidad, desprendimiento, altruismo, amor al prójimo, capacidad de despojarte, sin condiciones, sin esperar nada a cambio sino por el placer de compartir; que vivirá en la memoria y en los corazones de quienes hicieron contigo el camino conscientes de que la meta es el camino y éste lo hacemos al andar.

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Afrontando las navidades, fiestas intemporales que van más allá, desde el punto de vista religioso y  cultural, de su actual avatar cristiano, vuelvo, mucho tiempo después, a las cuevas del Castillo, en Cantabria; allí, inmortalizadas en las paredes cavernarias, me encuentro de nuevo con aquellas manos que otros humanos inmortalizaron hace decenas de miles de años. 

Me refiero a esas apreciaciones que nos deslizan hacia la experiencia sublime en los diferentes estratos de la presencia humana. Contienen el duende necesario para abstraernos de las naderías y hacernos fijar la atención con maestría, moviendo hilos indescriptibles. Funcionan con ese algo especial capaz de congregar en el mismo estrado fascinante a la emisión de un mensaje de calidad y la fina sensibilidad del receptor.

Basado en las microexpresiones faciales, sin que digas una sola palabra, está claro que la mirada lleva diferentes firmas emocionales. Las arrugas de expresión transmiten mucho más de lo que imaginas y la mayoría de las veces, quienes conviven contigo suelen decir que te conocen.

 
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