En una sociedad democrática es fundamental asumir el concepto “FUNCIONARIO”: “Persona que desempeña profesionalmente un empleo público”. “Funcionario electo es el que accede a su cargo en virtud de una elección”.
“EL FUNCIONARIO lo es del ESTADO no del GOBIERNO”, este lema debe llevarse grabado en lo más profundo de la idiosincrasia del mismo. La calle, que siempre habla con conocimiento real, hace comentarios sencillos pero elocuentes: “en tiempos de crisis los funcionarios sostienen el funcionamiento legal de un Estado” Esto conlleva en sí mismo una gran responsabilidad, pues las consecuencias de su “mal hacer” las pagará el Estado no los gobernantes de turno. Los funcionarios son las “manos” de un Estado, los políticos son los diseñadores de un desarrollo justo...
Las normas “constitucionales” deben dirigir la actuación correcta del funcionario... Los gobiernos pueden “errar”, pero nunca los funcionarios deben olvidar que ellos están sometidos a la Constitución y a todas las leyes, normas y reglamentos por ella asumidos. Hay empleados públicos, NO FUNCIONARIOS, que pueden, por actuaciones “interesadas”, deformar el concepto de “servicio público”.
Estos empleados públicos, interinos administrativos o consejeros “amistosamente” contratados, deberían también asumir su RESPONSABILIDAD ante el PUEBLO y no sólo ante el partido o gobiernos que les han “colocado”.
Es esperanzador acudir a la Administración Pública y encontrar personas ejemplares, electas para el trabajo al que opositaron y que, a su vez, sean RESPONSABLES y ACTIVAMENTE POSITIVAS con el ESTADO al que sirven.
El gran pecado del funcionario es el “amorfismo” derivado de la seguridad laboral. La conciencia de cada uno debe juzgar... El pueblo dará su veredicto...
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