Están siempre dando leña, pretendiendo hacernos daño. ¿Si es parte de nuestra seña, porqué interfieres extraño?
Si un extranjero se empeña, en desterrar nuestra eñe, seguro que se despeña por más que con ello sueñe.
Hay que seguir desdeñando con sañuda tozudez, a quien quiera domeñarnos con tan extraña memez.
Zafados ya del despeñe, con señorío tiempo y maña, hemos salvado la eñe para su empleo en España.
¡Qué tacaños los de Roma! ¡qué ceñidos los ingleses! ¡qué ñoños con nuestro idioma! ¡qué maraña de intereses!
Menos mal que nuestro empeño por zanjar el desaliño, nos hizo fruncir el ceño y apretarnos el corpiño.
Que nadie, pues, se constriña, por ese leve rasguño, porque haciendo una gran piña los metimos en un puño.
Unidos los alcarreños, con vecinos de Santoña, junto a otros lugareños quitamos esa ponzoña.
Al final nos apañamos, los amigos del terruño y, de paso, pergeñamos un cantar de nuevo cuño.
¡¡Retornó el añil del cielo y con la fuerza de antaño, podremos decir buñuelo
año, coño y desengaño!!
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