La inflación en Europa se mantiene en baremos muy altos, respaldada esencialmente por el elevado precio de la energía y de los alimentos. En líneas generales, los países más dependientes del gas y petróleo ruso son los que mayores incrementos de precios registran en el periodo. Adicionalmente, la inflación subyacente se mantiene en niveles muy elevados, del 4,8%. La buena noticia es que los datos finales, a pesar de no ser positivos, no han constituido ninguna “sorpresa”, algo que los extremadamente sensibles mercados actuales valorarían muy negativamente.
En conjunto, la idea general es que tendremos que esperar algo más de tiempo para ver a la inflación comenzar a corregir de manera significativa, algo que tendría un efecto muy positivo sobre las rentabilidades de las curvas de deuda y la capacidad de financiación de empresas y particulares.
En ese sentido, la pregunta que el mercado se hace es si estos datos constituyen un “techo” de llegada de inflación. En la medida que esto sea así podría representar el comienzo de una normalización, primero en las curvas de tipos y, más adelante en el tiempo, en la economía real. En todo caso, esta relajación de la inflación pasará, con total seguridad, por una fuerte ralentización económica global en 2023 que, en muchos países de Europa, significativamente en Alemania, equivaldrá a una recesión cuya entidad, dada la enorme incertidumbre actual, aún no podemos estimar con precisión.
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