El 12 de diciembre del 2019 Boris Johnson comandó a los tories a una victoria que no tenía precedentes desde la época de Margaret Thatcher, hace 4 dècadas. Con él su partido bordeó los 14 millones de votos y el 44%, con lo cual su bancada pasó a controlar un 55% del Parlamento.
La primera ministra Liz Truss que le remplazó el 6 de septiembre no va a durar nio 2 meses y es la que menos tiempo ha estado en el poder desde que se creó el Reino Unido hace 315 anhos. Quien remplace a Truss tampoco va a tener un mandato popular.
Van a crecer las demandas populares por nuevas elecciones generales inmediatas. Si Boris hubiera participado en la sinternas bien las pudo haber ganado si clasificaba de cara al balotaje ante los 150 a 160 mil afiliados tories. Pero èl se dio cuenta que le era difícil conseguir 100 parlamentarios que adhieran a su candidatura y que, de ganar, iba a tener a un partido muy dividido. Por ello optó por la misma táctica que empleó en el 2016 a poco d eganar el referèndum del Brexit: desistior de postular esperando que el o la nueva Premier se vaya desgastando y que la bancada y la militancia conservadoras le demande que retorne como si fuera el único capaz de derrotar a los laboristas.
Johnson no ha dicho que ya no va a buscar ser líder o premier, simplemente que este no es su momemnto. Sigue reclamando que él es la personas más indicada para llevar a su partido a la victoria electoral. Probablemente estará esperando que se desgaste quien vaya a viuvir en el 10 de Downing Street, que se vayan disipando las denuncias en su contra y que el partido se le acerque para aclamarlo como su nuevo jefe.
Quien llegue al premierato sin competir con Johnson va a carecer de legitimidad popular por que no ha sido electo liderando a su partido en comicios generales y por que no ha derrotado al único tory que sí logró ello.
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