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El manicomio español

“Nada hay dentro de la nación superior a la nación misma” Nicolás Avellaneda. Estadista argentino
César Valdeolmillos
viernes, 29 de enero de 2016, 08:03 h (CET)
Tal y como está el patio patrio, y viendo como los profesionales de la demagogia, dividen y enfrentan a los españoles, S.M. el Rey afronta estos días la segunda ronda de consultas con el fin de explorar la posibilidad de proponer a las Cortes un candidato a la presidencia del gobierno.

Es obvio que S.M. conoce perfectamente los intereses políticos que animan a cada uno de sus interlocutores, algunos de los cuales incluso se permiten la audacia de manifestarle lo que debería hacer, pero en estas rondas de conversaciones, la misión del Jefe del Estado no es hablar, sino escuchar, y escuchando lo que escucha y viniendo a veces de quien viene, estoy seguro de que, si no fuera por su alto sentido del deber, haría lo que harto de nosotros los españoles, hizo su predecesor Amadeo de Saboya.

El 11 de febrero de 1873, Amadeo de Saboya, renunciaba al trono español con un discurso, que junto al cuadro “Duelo a garrotazos” de Goya, nos define a la perfección y en el que entre otras razones, argumentaba de este modo: “Dos años largos ha que ciño la corona de España, y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fueran extranjeros los enemigos de su dicha, entonces, al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra agravan y perpetúan los males de la nación son españoles; todos invocan el dulce nombre de la patria; todos pelean y se agitan por su bien, y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible afirmar cuál es la verdadera, y más imposible todavía hallar remedio para tamaños males. Los he buscado ávidamente dentro de la ley y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla”.

La Asamblea proclamó entonces la Primera República y eligió como Presidente al republicano Estanislao Figueras. La tarea de Figueras no habría de ser sencilla. La crisis económica, las intrigas políticas, tanto fuera como dentro de su propio partido, y los problemas territoriales, en medio de una fiebre de federalismo, al frente del que se encontraba una Cataluña separatista, le llevaron a tomar una decisión inédita hasta entonces en la política española: tomar el camino de la frontera francesa y abandonar el país sin previo aviso.

Según cuentan las crónicas de la época, todo sucedió en una reunión del Consejo de Ministros celebrada el 9 de junio de 1873. Después de numerosas discusiones sin llegar a ningún acuerdo para superar la crisis institucional que atravesaba el país y que le había llevado a sufrir varias crisis de gobierno y numerosos intentos de golpe de estado en menos de cinco meses, al parecer, Figueras había agotado su paciencia y, en un momento de la sesión, el presidente exclamó «Señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros». Acto seguido, abandonó la sala.

Hoy, casi 150 años después, las causas por las cuales Amadeo de Saboya renunció al trono, y Estanislao Figueras a la presidencia de la República, siguen plenamente vigentes, nada hemos aprendido de nuestros errores, y España, al igual que en las postrimerías del siglo XIX, sigue siendo un auténtico manicomio.

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