Delegados de los países que integran las Naciones Unidas se encuentran reunidos en Sharm El Sheikh, un exclusivo balneario egipcio situado en la costa del mar Rojo, para sostener dos semanas de negociaciones en busca de un consenso para abordar la crisis del cambio climático.
Desafortunadamente, esta crucial cumbre —conocida como COP27 por ser la 27.a Conferencia de las Partes de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático— tiene como país anfitrión a Egipto, cuyo Gobierno es uno de los más represivos del mundo. El actual presidente autoritario de Egipto, Abdel Fattah el-Sisi, era general cuando en enero de 2011 el Ejército egipcio se negó a reprimir el levantamiento popular conocido como la “Primavera Árabe”, que tuvo como epicentro la plaza Tahrir de la ciudad de El Cairo. Después de que las masivas manifestaciones del pueblo egipcio provocaron la caída de Hosni Mubarak —el dictador respaldado por Estados Unidos que gobernó el país durante 30 años— se celebraron elecciones y se formó un Gobierno elegido democráticamente. Ese Gobierno no duró mucho. En 2013, un golpe de Estado militar, seguido de una elección fraudulenta, puso a el-Sisi en el poder, un autócrata que cuenta con el pleno apoyo del Gobierno de Estados Unidos a pesar de ser más autoritario que Mubarak.
Un ejemplo de la brutalidad del régimen que encabeza el-Sisi es el encarcelamiento del escritor y activista egipcio-británico Alaa Abd El-Fattah, de 40 años. Alaa ha permanecido encarcelado durante la mayor parte de los últimos diez años por defender con firmeza la democracia y la libertad. Este reconocido activista fue una figura clave durante la Primavera Árabe: inspiró a mucha gente con sus palabras y creó herramientas para que la población se pudiera expresar libremente en Internet. Pero en el violento Estado policial egipcio, con un sistema ubicuo de vigilancia y una policía secreta omnipresente, abogar por la libertad es un delito. Tras estar encarcelado de manera arbitraria y abusiva durante una década, Alaa Abd El-Fattah inició una huelga de hambre hace más de 220 días. El 6 de noviembre, al tiempo que se inauguraba la COP27 y los líderes mundiales comenzaban a llegar a Sharm el-Sheikh, Alaa intensificó su ayuno y también dejó de ingerir agua. Sin una intervención internacional inmediata, es probable que Alaa muera en prisión antes de que finalice la cumbre climática.
La madre de Alaa, Laila Soueif, ha estado esperando todos estos días en el exterior de la prisión donde está encerrado su hijo para que le den alguna prueba de que sigue vivo. Laila es una profesora de matemáticas que también es una reconocida activista por los derechos humanos. Este jueves, funcionarios penitenciarios informaron a la familia que Alaa recibió “una intervención médica”, pero no brindaron ningún detalle sobre esa intervención ni sobre su estado de salud. La organización Human Rights Watch le ha advertido a Egipto sobre la “imposición de tratos crueles, inhumanos y degradantes” contra los prisioneros y le ha señalado que “la huelga de hambre es un acto político”. Un abogado de Alaa recibió permiso para visitarlo en la cárcel, pero, al llegar a la puerta de la prisión, se le negó la entrada.
Las hermanas de Alaa, Mona y Sanaa, organizaron el mes pasado una acción de protesta frente a la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores en Londres, en la que pidieron al Gobierno del nuevo primer ministro, Rishi Sunak, que intervenga para que Alaa sea liberado y trasladado al Reino Unido. Sunak, quien viajó a Egipto para participar de la COP27, escribió a la familia: “Le seguiré recalcando al presidente el-Sisi sobre la importancia que le damos a que se llegue a una resolución rápida del caso de Alaa y el pedido de que se termine el trato inaceptable que está recibiendo”. Sanaa, de 28 años, también está participando de la COP27 y ha contribuido a poner los derechos humanos como un eje prioritario de la agenda sobre la justicia climática. La activista, que también ha pasado tres años en prisión, ha sido amenazada con ser nuevamente detenida.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, tiene una enorme influencia sobre el Gobierno egipcio y también viajó a Sharm El Sheikh para participar de la cumbre sobre cambio climático. Un total de 56 congresistas estadounidenses lo han instado a exigir la liberación de Alaa. Mientras hacía campaña para las elecciones presidenciales de 2020, Biden publicó en Twitter un mensaje de apoyo a otros disidentes egipcios encarcelados: “Arrestar, torturar y forzar al exilio a activistas […] o amenazar a sus familias es inaceptable. No más cheques en blanco para el 'dictador favorito' de Trump”, decía Biden en ese entonces.
En lugar de saludar con el puño al dictador el-Sisi, al igual que lo hizo con el líder autocrático de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, Biden debería exigir la liberación inmediata de Alaa y de todos los demás presos políticos actualmente encarcelados en Egipto. En un mensaje publicado en redes sociales, Laila Soueif advirtió a Biden y a otros líderes mundiales que están asistiendo a la COP27: “Si Alaa muere, ustedes también tendrán las manos manchadas de sangre”.
En 2019, Mada Masr, uno de los últimos medios de prensa independientes que quedan en Egipto, publicó un artículo sobre la crisis climática escrito por Alaa, que también aparece en un libro suyo de reciente publicación titulado “You have not yet been defeated” (Aún no has sido derrotado). En dicho artículo, Alaa expresa: “La crisis, por cierto, no es una crisis de conciencia, sino de rendición ante la idea de la inevitabilidad de la desigualdad. Si lo único que nos une es la amenaza, entonces cada persona o grupo se movilizará para defender sus intereses. Pero si nos unimos en torno a la esperanza de un futuro mejor, un futuro en el que pongamos fin a todas las formas de desigualdad, esta conciencia global se transformará en energía positiva. La esperanza es necesaria para tomar acción. Nuestros sueños color de rosa probablemente no se harán realidad. Pero si nos dejamos vencer por nuestras pesadillas, el miedo nos matará antes antes de que nos sorprenda el Diluvio”.
Alaa Abd El-Fattah debería estar en la COP27 alzando su voz ante los líderes mundiales, no en una prisión egipcia al borde de la muerte.
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