“Uma Poncha, se faz favor” puede ser una frase que oigas con cierta frecuencia si viajas hasta
la isla portuguesa de Madeira.
Así es, esta bebida típica madeirense, originaria –según dicen- de la localidad de Cámara de
Lobos- la acostumbraban a beber los pescadores de este pueblo costero antes de salir a
realizar sus faenas en el mar. Una manera de entrar en calor y prepararse para el duro trabajo
que les aguardaba.
La base y los ingredientes de esta bebida son autóctonos: aguardiente de caña de azúcar,
zumo de limón y azúcar. Muy comunes en estas fértiles tierras donde los agricultores han
tenido que adaptarse a la difícil orografía del terreno.
El proceso es sencillo. Primero, para sacarle el máximo sabor, se aplastan unas rodajas de
cáscara de limón con azúcar en la base de un recipiente. Posteriomente, se vierten -con la
ayuda de un colador- todos los ingredientes en una coctelera que se agita con fuerza durante
unos segundos. Como el lector puede imaginarse, la poncha tiene una alta graduación.
Por cierto, no quiero olvidar un detalle importante, se sirve fría y ha de ser elaborada en el
momento. Nada de dejarla unas horas antes de consumirla.
Reconozco que tuve el privilegio de estar con una persona que, en temas de gastronomía
isleña, sabe mucho. Se trata de D. Gregorio Juliâo da Silva Freitas, miembro de la “Confraria
Gastronómica da Madeira”. Una enciclopedia en temas del buen comer con el que da gusto
conversar. Fue él quien me puso al tanto de las curiosidades y características de la poncha.
Tras una agradable cena fuimos a recorrer la zona de bares de Cámara de Lobos para beber la
“poncha pescador” (la tradicional, la de toda la vida). Calles éstas muy animadas donde se
acercan también numerosos vecinos de Funchal los fines de semana. Mientras la preparaban
iban explicándome, con todo lujo de detalles, los pasos a seguir. Parece fácil y no se aprecian
complicaciones en la receta pero, créanme, no sabe igual la de un bar y la de otro. Y es que en
esto, como en tantos aspectos de la vida, “cada maestrillo tiene su librillo”.
Una curiosidad que no debe pasar desapercibida es la utilización de un singular instrumento de
madera, llamado “caralhinho” o “pau de poncha”, con el que se mezclan los ingredientes.
Sobre la poncha también hay sus controversias. Para gustos están hechos los colores. ¿Lleva o
no un poco de agua? ¿Antes de agitarla se le echa hielo o no?. Dicen que en esto los hay más y
menos puristas. En todo caso, el mundo de la poncha se ha ampliado con diferentes sabores.
Ahora las encuentras de mandarina, maracuyá, etc. En tiendas y aeropuertos venden cajas
presentadas con diversos motivos de Madeira donde incluyen distintas botellitas de poncha
para regalar a familiares y amigos
Sólo me queda, además de recomendar beber poncha con moderación, disfrutar de esos
rincones que esta espectacular isla de océano Atlántico regala al viajero. Espacios naturales
que dejarán ensimismado y boquiabierto a los que allí se acerquen.
Las maravillas con las que regaló la naturaleza a esta isla están nuestro alcance: pasear por sus
“levadas”, navegar por sus aguas, admirar las vistas que ofrecen sus “miradouros”, subir hasta
la cima de Cabo Girâo (uno de los acantilados más altos del planeta), ver un “mar de nubes”,
fotografiar cetáceos, etc.
Madeira te espera con los brazos abiertos y con una poncha fresca recién preparada.
Foto: Agradecimiento Turismo de Madeira (www.visitmadeira.pt)
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