La construcción de las vías de tren de lo que ha de ser el Corredor Mediterráneo lleva camino de convertirse en una de las obras públicas españolas de más larga duración. Todo comenzó hace poco más de 10 años, el 22 de Marzo del 2012 cuando los 27 miembros de la Comisión Europea votaron la financiación de las más importantes redes de transportes europeas cuya construcción tendría que estar finalizada el año próximo, es decir el 2023. Entre estas redes de transporte estaba el Corredor Mediterráneo, y de los 27 países miembros todos votaron favorablemente menos España cuyo Gobierno, presidido entonces por Rajoy basó su negativa en que querían un Corredor Mediterráneo que pasara por Madrid y entrara en Francia por un túnel en Canfranc. Naturalmente los franceses se opusieron porque ellos ya tienen conexión ferroviaria con el territorio español por Catalunya y el País Vasco.
Los Gobiernos españoles, de todos los colores, siempre han sido partidarios de que el kilómetro cero, es decir la madrileña Puerta del Sol, sea el punto de salida metafórica de todos los trenes hacia el resto de España. El centralismo radial de los ferrocarriles españoles parece ser un dogma de fe entre los distintos ministros del ramo que han pasado por el Consejo de Ministros.
En 2016 Ferran Mascarell, delegado de la Generalitat catalana en Madrid insiste sobre la necesidad de prestar atención al Corredor Mediterráneo aunque éste no pase por Madrid, se le contesta desde el Gobierno “Pero, hombre, Ferran, si miras España desde un satélite, la diferencia entre que el tren vaya por la costa o vaya por el interior casi ni se nota” En marzo del 2017 el Secretario de Vivienda, Obras Públicas y Vertebración del Territorio de la Generalitat valenciana, denunciaba en un twitter que 985 millones de euros de los fondos europeos destinados al Corredor Mediterráneo se habían destinado por el Gobierno español para pagar la construcción de un túnel entre las estaciones de Atocha y Chamartín. Si un día Europa fiscaliza las construcciones de tanto AVE y tan poco Corredor Mediterráneo si a alguien le queda una pizca de vergüenza se le colorea la cara.
El 1992 Felipe González tenía que compensar la celebración de los Juegos Olímpicos en Barcelona con algún gesto, y premió a Sevilla, su tierra, con una Exposición Universal y con el primer trayecto en tren de alta velocidad (AVE) desde Madrid a Sevilla. Aquel AVE prendió fuego a la mecha de la conexión de la capital de España con el resto de territorios mediante trenes de alta velocidad, y hoy España es el país europeo con más kilómetros de AVE, 3.762, de Europa y el segundo del mundo. España es un país de sacar pecho sin importar en qué, y ha aprovechado los dineros que llegan de Europa para extender el AVE mientras abandona la conservación de los trenes de cercanías que son los que la gente utiliza habitualmente para desplazarse al trabajo.
Como las obras del Corredor Mediterráneo parecen ir a paso de tortuga la semana pasada en Barcelona se celebró un “sanedrin” con la presencia de tres presidentes autonómicos, Catalunya, Valencia y Murcia, la ministra de Transportes del Gobierno español y 1.500 empresarios, especialmente afiliados a la patronal valenciana AVE y a la catalana Foment. Era la sexta vez que se reunían para hablar del mismo tema, para hacer patente la necesidad de contar con un medio ferroviario para enviar sus productos a Europa. Seis veces ya, reunidos para lo mismo, sin obtener resultados es una prueba patente que el Gobierno central, sea del color que sea, no se los toma en serio. Tal vez porque en otras cosas como la defensa del territorio y la deficiente financiación por parte del Gobierno de Madrid sus protestas como empresarios no son lo suficientemente fuertes, muchas veces parece que si las hacen, es con la boca pequeña y disimuladamente para que no se enfade nadie de los que tienen el poder subvencionador.
El “sarao” empresarial de la pasada semana en Barcelona me pareció una especie de acto folklórico, e ineficaz pese a la presencia por parte catalana de nombres tan conocidos como los de Miquel Roca, Javier Godó, Josep Sánchez Lliure y Josep Oliu, y por parte valenciana dos pesos pesados de la empresa como Vicente Boluda y Juan Roig. Difícil lo tienen, de los 1.300 kilómetros proyectados para el Corredor Mediterráneo tan solo hay construidos 589, queda un largo trecho por terminar su construcción que, recordemos tiene que terminar el 2030, como dijo Vicente Boluda “ni para el 2035 estará acabado”. Y mientras tanto España presume de sus kilómetros de AVE, ir de València a Barcelona o viceversa supone un viaje de tres horas, si no hay retraso, pero los valencianos puede viajar a Madrid en AVE en poco más de una hora mientras los usuarios de las redes de Cercanías padecen cada día más y más retrasos para acabar viajando apelotonados en unos vagones que, generalmente, ya necesitan un repaso de chapa y pintura. Más que un Corredor Mediterráneo parece que desde Madrid nos quieren vender el "tren de la bruja" de nuestras ferias de infancia
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