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Etiquetas | Pedro Sánchez | Presidente | Gobierno de España | Golpe de Estado

​Pedro Sánchez y su solapado golpe de estado

Está desmontando todas les estructuras del Estado
Manuel Villegas
lunes, 12 de diciembre de 2022, 09:20 h (CET)

Según el Derecho Constitucional, el Golpe de Estado es la acción de fuerza contra los poderes públicos ejercida por una parte de los gobernantes o por agentes subalternos. Observemos que, según esta definición se habla de una “acción de fuerza” que llevan a cabo una parte de los poderes públicos.

         

Pregunta: ¿Pedro Sánchez es un poder público? Respuesta: Indubitablemente sí, porque preside el Gobierno de España, luego si, solapadamente está ejerciendo fuerza contra los poderes públicos, está llevando a cabo un golpe de estado. El silogismo es irrefutable y no da margen a argumentación en contra.

         

Se puede argüir que en la definición se habla de “acción de fuerza”, ciertamente, en verdad es así, pero también el Guadiana, por poner un ejemplo, tiene la misma fuerza cuando emerge de los llamados “ojos del Guadiana”, que cuando fluye bajo tierra. No deja de ser el mismo río, aunque esté subsumido. El otro día, en una emisora de radio que pide el concurso de sus oyentes, uno de ellos dijo que Pedro Sánchez estaba dando un golpe de estado. Uno de los tertulianos saltó como si le hubiese picado una avispa, manifestando que de Sánchez no se puede decir nada similar, que hablar así es una injuria.

         

Pues que me explique este defensor a ultranza de Pedro, qué está llevando a cabo, pues de semejante manera está procediendo, de forma subrepticia, aunque algunas veces no tanto, y sí patentemente, está desmontando todas les estructuras del Estado.

         

Él mismo, en cierta entrevista que le hicieron en una cadena de televisión preguntó: ¿De quien depende la Fiscalía del Estado?, como queriendo decir que, dado que debía obediencia al Jefe del Estado, él podría hacer y deshacer a su antojo.

         

Poco a poco, y furtivamente está adueñándose de todas instituciones del Estado enchufando en ellas personas que, por su trayectoria profesional, no deben de ocuparlas, y, en algunos, casos sin méritos y la valía necesaria.

         

Ha llevado a cabo, una de sus penúltimas fechorías, nunca será la última, el grosero asalto, el 29 de noviembre ppdo., al Tribunal Constitucional haciendo que el Consejo de Ministro aprobase el Acuerdo por el que nombraban Magistrados del Tribunal Constitucional a don Juan Carlos Campo Moreno y a Dª Laura Díez Bueso.

         

Esto me trae a la memoria la parábola que expuso Jesús a sus discípulos sobre el administrador infiel. Jesús narró que cierto administrador de un rico propietario estaba gestionando los bienes de este, de manera dolosa. El propietario le hizo saber que lo despediría, y, en aquel momento se dijo: “Me encontraré en la calle, no sé trabajar, y pedir limosna me da vergüenza”. De pronto concibió la idea de llamar a todos los deudores de su señor y falsificarles el documento en el que se hacía constar lo recibido y pendiente de pago, de forma que donde ponía cien modios de trigo, pusiese cincuenta, al que debía doscientos, le puso cien y así procedió con cada uno de ellos, para asegurarse de que, cuando fuese despedido, pudiese acudir a ellos y que estos le prestarían ayuda en compensación del bien recibido, aunque perjudicase la hacienda de su amo.

         

De igual manera está procediendo este mal siervo de los españoles, que somos sus empleadores, Pedro Sánchez, buscando protección y ayuda a costa de las instituciones estatales a las que está destruyendo como si fuesen los recibos de las deudas del mal siervo de la parábola, busca amparo valiéndose de adictos a su causa.

         

No se siente seguro de volver a dirigir el timón de esta barca llamada España, por eso, esperando que se le pidan cuentas por todos los desatinos, malversaciones y despilfarros que ha llevado a cabo a nuestra costa, está colocando en los puestos claves de las instituciones cuyos miembros podrán realizar un severo escrutinio de su mal hacer, para que estos, debiéndole sus puestos, no tengan rigor alguno para pedirle cuentas, y salga, como dice el castizo “de rositas”.

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