Acostumbrados como estamos -hasta la cobardía o el desinterés- a las malas noticias (guerra de Ucrania, desordenes mundiales, traiciones del sanchismo, etc.) ayer quedamos sorprendidos gratamente con una información que nos llegaba de un laboratorio de los Estados Unidos de América, ese gran país odiado por la progresía mundial, pero que siempre ha estado a cabeza del progreso.
Se trata, ni más ni menos, que del “descubrimiento del viejo sueño de una fuente de energía limpia, barata y potencialmente inagotable”; probablemente el logro más importante del siglo XXI, según ha manifestado en Washington la secretaria de Energía Jennifer Granholm. Aunque ahora es lo de menos, esta energía (que sustituirá en pocos años a las denostadas hasta ahora, pero que nos han dado confort y riqueza durante muchos años) procede de una “fusión nuclear” que utiliza dos isótopos de hidrógeno, el deuterio y el titrio, que se encuentran, respectivamente, en el agua del mar y en la corteza terrestre.
Según los estudios realizados, un vaso de agua tiene la energía que necesita una familia durante toda su vida. Benditos sean pues, los isótopos, benditos los científicos que dedican su vida trabajando en favor de la ciencia y benditos los países que han puesto sus talentos, sus esfuerzos -y su dinero- en favor de los demás. Y, sobre todo, bendito sea Dios, nuestro Señor, por habernos dado las personas y las herramientas para lograr este impresionante avance.
Los que ya tenemos pocas canas que peinar, no llegaremos a tiempo de gozar de los beneficios que este descubrimiento proporcionará a la humanidad, pero debemos alegrarnos porque el futuro económico y social de las generaciones venideras se verá considerablemente aliviado.
|