Concedemos y estamos de acuerdo en que el pecado capital más importante de los españoles es la envidia, basta con que algún que otro compatriota descuelle o sobresalga en cualquier disciplina: arte, negocios, u otra que lo haga distinguirse del resto de los mortales para que se vea acosado por maledicencias, lo denigren o lo acorralen las insidias que no cejarán hasta verlo derrotado. Bien, pero además de este defecto que señalamos tenemos otro no indigno de ser apreciado y que asimismo hace que nos diferenciemos de los demás, es la testarudez, la tozudez, el hacer prevalecer nuestro criterio por encima del de los demás. El gran actor cómico Paco Martínez Soria, nos deleitó en su momento con una película que caricaturizaba esta obstinación tan propia nuestra. Se denominaba “DON ERRE QUE ERRE”, que no glosaré pues no lo considero necesario. Esta inamovilidad de actitud la podemos trasponer a la valentía, pues se refiere que cierto coronel sueco en la batalla de Nordlinger (los suecos fueron derrotados en esta batalla), manifestó: “Nunca nos habíamos enfrentado a un soldado de infantería como el español. No se derrumba, es una roca, no desespera y resiste paciente hasta que puede derrotarte”. Como signo de bravura es un encomio y una alabanza, pero cuando se trata de mantener una posición contra viento y marea, aunque no se tenga razón, y el hecho de no cambiarla se fundamente en la prepotencia que proporciona un cargo de cualquier tipo, administrativo, político u otra prebenda cualquiera, raya en la irracionalidad de la terquedad del “mantenella y no enmendalla” Esta expresión proviene del castellano antiguo, especialmente de nuestro Siglo de Oro, cuando las diferencias se resolvían con las espadas. Hoy diríamos: “sostenerla y no enmendarla”. Entonces, al igual que ahora, servía para señalar une cabezonería que alguien mantiene por orgullo, superioridad o prevalencia sobre los demás y que no está, aunque se le demuestre su equivocación, dispuesto a modificar o rectificar, aunque mantener el error cause un daño mayor que el que se produciría si se rectificara en esta dominante actitud. Tal tenemos en la recién promulgada Ley Integral de Libertad Sexual, aunque se conoce más como Ley de Libertad Sexual, o “Ley de Solo Si es Sí”. Expertos juristas la denuncian porque dicen que vulnera la presunción de inocencia y la igualdad ante la Ley, pero como no pertenezco a este círculo de legistas, no la enjuiciaré desde este punto de vista, podría equivocarme, pero sí soy un observador de los sucesos que me circundad y me doy cuenta, ya que los medios de comunicación lo repiten, de que con esta ley se están beneficiando muchos condenados por delitos sexuales que han visto reducida su pena o han sido directamente excarcelados por haberle sido aplicada. Hasta ahora son poco más o menos 141 individuos los que se han beneficiado por ella y ha provocado que el delito de agresión sexual absorba al de abuso sexual, lo que significa que un delito que hasta ahora recogía una conducta más grave incorpore una de menor gravedad, por lo que la horquilla penal también se ha ampliado para abarcar todo el abanico de comportamientos penados ahora como agresión sexual. Bien, se sigue más un perjuicio que un beneficio, pero a pesar de ello, no obstante producir más daño que bien, nuestros gobernantes se empecinan en mantenella y no enmendalla y la sostienen y no la modifican a pesar de las demostraciones de sus yerros.
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