Este jueves 19 de enero, mientras en Nueva Zelanda la mujer más popular que haya gobernado en Oceanía decidió voluntariamente retirarse de su puesto, en Perú se produce un paro nacional y una toma de Lima buscando sacar de su presidencia a la mujer más impopular de las Américas en haber ocupado tal cargo.
Jacinta Ardern acaba de anunciar su retiro del cargo de primera ministra de Nueva Zelandia, posición que ella ocupa desde el 2017 (cuando fue electa a los 37 años de edad como la jefa de Gobierno más joven del planeta). Esto, pese a que ella fue reelecta en octubre 2020 con más del 50% de los votos, altísimo porcentaje que sus camaradas laboristas británicos jamás han obtenido y que es inusual para cualquiera de las democracias parlamentarista y no presidencialista del mundo.
Su popularidad se debe a sus medidas de protección social y a que durante la pandemia logró que sus islas casi no fuesen contaminadas por el coronavirus. Hoy, ella se da cuenta de que la mejor manera de lograr que su partido sea reelecto es cambiar de mando y decide replegarse a su curul de manera voluntaria.
Exactamente, al otro lado del océano Pacífico viene ocurriendo un fenómeno inverso. En Perú, el 7 de diciembre del 2021, Dina Boluarte se convirtió en la primera mandataria que haya tenido ese país durante siglos. A diferencia de Jacinta, ella nunca lideró ninguna victoria electoral (perdió en las elecciones municipales del 2018 y legislativas del 2020, donde fue candidata), y solo llegó casi desapercibida y de casualidad a ser vicepresidenta en 2021.
Cuando Boluarte fue puesta en la plancha presidencial, ella representaba a Perú Libre, un partido que se reclama “marxista leninista” y de estar a la extrema izquierda de los laboristas. En cambio, cuando llega a remplazar al presidente Pedro Castillo (al cual juró lealtad), lo hace en contubernio con una derecha más extrema que cualquiera de las que haya gobernado una nación que haya estado bajo la corona de Londres.
Las últimas encuestas de IPSOS e IEP coiciden en que Boluarte es desaprobada por el 71% de los peruanos. Nunca antes en la democracia peruana un gobernante ha tenido tan altos niveles de rechazo en sondeos de opinión en el primer mes de su mandato.
Boluarte ha decidido aferrarse al cargo como sea. Su ambición desmesurada por el poder le llevó a traicionar a su partido, a la cabeza de su plancha presidencial y a todos sus electores. Las encuestas evidencian que su impopularidad es mayor en los sectores más pobres, agrarios y provincianos, los que anteriormente fueron sus bastiones, mientras que su principal aval es la de la elite de Lima, la cual antes la condenó como “comunista”.
Como es rechazada por sus antiguos electores, ella ha decidido reprimir duramente a estos cuando se movilizan. En las redes sociales circula un video grabado por los propios policías de Puno donde ellos muestran como usan francotiradores para disparar contra civiles. El resultado de ello ha sido al menos una mujer asesinada en el borde entre ese departamento y el de Madre de Dios.
En los últimos 40 días ya han muerto más de 50 personas, la mayoría con impactos de armas de fuego en sus cabezas o pechas, lo que indica que la orden fue tirar a matar. Hay fallecidos en la costa, sierra y selva, en el norte, sur y centro, en 7 de los 24 departamentos y en todos los pisos ecológicos (desde el nivel del mar a 4 kilómetros sobre este).
Mientras Boluarte más reprime, más odio y furia popular genera. En estos momentos, miles de personas de todo el interior, especialmente de las zonas del sur que más masacres han recibido, vienen marchando sobre Lima.
Los polinesios, habitantes nativos de Nueva Zelandia, llegaron a importar el camote de Perú antes de que llegasen los europeos. Hoy, en Lima, quien ocupa el palacio de Pizarro, se niega a importar la receta de desprendimiento de la primera ministra neozelandesa Jacinta Ardern. Boluarte anda encamotada por el poder.
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