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Asesinato terrorista de Algeciras

No debemos tener miedo a una migración, que como todas las grandes migraciones a la larga han enriquecido las civilizaciones que tenían síntomas de decadencia
Llucià Pou Sabaté
viernes, 27 de enero de 2023, 16:01 h (CET)

La muerte de un sacristán y heridas a un sacerdote y otros files católicos, plantea si ha sido un ataque de terrorismo islámico por parte del marroquí que vivía de modo ilegal en España. Rápidamente, la federación de organizaciones islámicas, tanto de España como de Andalucía, han escrito sus comunicados para decir que lamentan profundamente ese hecho. No quiero referirme aquí a juzgar este hecho que se está investigando, sino al contexto religioso que se invoca en ese acto terrorista.

   

Es cierto que en nombre de la religión se han cometido atrocidades en la historia, pero hoy día eso todavía ocurre en algunos miembros del Islam. Al-Qaida y los ataques terroristas de Occidente es un ejemplo, que ha causado miles de muertos. Pero eso no significa que se pueda decir de los musulmanes las atrocidades que algunos grupos cometen. Los fanáticos islámicos no actúan solo en países occidentales sino principalemente en países de gran presencia islámica: los talibanes, y diversos movimientos Islámicos en África y Asia sobre todo, son fanáticos que actúan incluso en países de tradición pacífica como es Indonesia donde provocan decenas de miles de muertos y millones de desplazados.

   

Sin duda, hay interrogantes sobre el modo en que algunos países islamicos tratan los derechos humanos, y hay mucho que hacer en este punto (Qatar, Arabia Saudí, Irán...) pero la solución no es nunca la confrontación gratuita. Las relaciones de España con Marruecos no quieren enturbiarse por intereses políticos, y hemos visto como la quema del Corán en Suecia ha provocado un conflicto con Turquía, que complica su entrada en la OTAN. Pero por encima de todo eso hay que evitar una precipitación en juicios colectivos sobre lo que una persona ha hecho (probablemente como acto fanático religioso). 

   

Cuando hace siglos hubo de modo sistemático “guerras de religión” (en realidad eran guerras políticas con pretextos religiosos) sin duda influía mucho los sentimientos religiosos de los participantes, y esto es un problema porque ningún dios puede mandar que en su nombre se mate a nadie, son deformaciones de contextos mentales equivocados. Sin duda, esto es causa de ignorancia y la solución es tener información adecuada, es decir una mejor educación, comprensión mejor de lo que es la cultura y sobre todo la dignidad de las personas.

   

¿Cuál es la raíz del terrorismo?

   

Es complejo el tema porque las investigaciones muestran que entre los terroristas abundan los que ni están en la pobreza ni tienen nivel cultural bajo ni están socialmente desadaptados o marginados, pero sí es cierto que vienen más de países pobres que de países ricos (por ejemplo terroristas los islámicos argelinos o de Oriente Medio), pero parece ser que se debe a que los países pobres tienden a carecer de libertades civiles. Pero influyen más factores: Arabia Saudí y Bahrein tienen muchos terroristas, y son ricos económicamente, pero carecen de libertades civiles. En cambio, en países pobres, pero con una tradición de protección de las libertades civiles, no hay terroristas. El problema grave es la falta de libertades; así, el sistema educativo está con frecuencia en manos de islamistas, y eso produce adoctrinamiento; también influye la falta de libertades, que no haya entretenimiento civil para los jóvenes, y que tiene mucho peso el clima religioso.

   

Es un cúmulo de tendencias políticas, económicas y sociales que coinciden: por ejemplo, la pobreza puede ser un factor que contribuye al terrorismo, pero las tensiones étnicas o nacionales suelen influir más. Está claro que entre el terrorismo actual, la mayoría de ellos es de tipo islámico (algunos ciudadanos de los 22 estados miembros de la Liga Árabe y de los 57 miembros de la Organización de la Conferencia Islámica son los ambientes en los que suele haber más violencia política en los últimos decenios): «El fanatismo religioso y nacionalista es la característica dominante del terrorismo en la época actual» (Laqueur, experto en terrorismo).

   

Por todo ello, puede decirse que el factor más importante es la fuente religiosa del terrorismo. Pero son algunas gentes, y eso no significa que el Islam en conjunto sea extremista. La mayoría de los musulmanes no son fundamentalistas, pero incluso en países donde la mayoría son fundamentalistas, no por ello son terroristas. Sin embargo, el fundamentalismo y la ignorancia que conlleva, sí es un factor de riesgo. En cualquier caso, el hecho es que la mayoría de los terroristas actuales son musulmanes e invocan los motivos religiosos en su fanatismo.

   

Esto complica el modo de aportar soluciones para resolver ese problema, pues el factor principal no es económico, sino que tiene que ver con el fundamentalismo. Hemos visto cómo el tesoro artístico de Afganistán se desmoronaba por la fiebre iconoclasta. En Argelia hay una hostilidad feroz ante los que no piensan como ellos, y no es el único país. Se pisan los derechos humanos, no hay libertad religiosa ni de otras muchas.

   

Pienso que tenemos en Occidente un desconocimiento del fenómeno religioso del Islam, y eso también dificulta un diálogo y comprensión mutuo. Por ejemplo, está claro que si se maltrata a una minoría, se generan rencores que no ayudan a la convivencia en modo alguno.

   

Pienso que en la cultura cristiana y poscristiana se ha desarrollado el término “persona” pero eso no es así en esos países donde la fuente de los derechos es la comunidad islámica, es decir que no prima la persona sino la comunidad (algo parecido pasa en el pueblo ruso o chino, pero por motivos diversos).

   

Otra dificultad es que a nivel social, el Islam no conoce el Estado laico, y por tanto el Corán no es sólo un código religioso, sino también político. En las mezquitas se recibe no sólo una catequesis espiritual, puesto que el Islam es política, economía, cultura y sociedad.

   

Pero pienso que además hay una dificultad añadida que es el causado por una política invasiva que ha herido los sentimientos de algunos países, para mí fue nefasta la guerra contra Irak que humilló a ese pueblo; y además en las relaciones con esos países se han priorizado los intereses económicos (sobre todo el petroleo) en lugar de ayudar a su promoción cultural, social, económica...

   

Por lo demás, aunque todo esto sea complicado (articolato, llaman en Italia a lo complejo) no podemos ser tan ignorantes de castigar a los inmigrantes de esos países, además todos somos un poco inmigrantes... y la sangre de esas culturas se mezcló con la de nuestro pueblo y forman parte de nuestra identidad. Es una cuestión de profundizar en nuestra cultura, comprender la historia, y continuar enriquecernos con los valores de los que llegan.

   

Otra cosa es procurar que no haya por parte de los que llegan dureza en el exigir que los demás se adapten a sus normas de vida, en lugar de adaptarse ellos a las leyes de aquí, sin que prime un modo incorrecto de derecho familiar islámico, de concepción de la mujer, la poligamia...

   

Por tanto, pienso que no debemos tener miedo a una migración, que como todas las grandes migraciones a la larga han enriquecido las civilizaciones que tenían síntomas de decadencia, y además si bien los políticos deben regular la inmigración, desde un punto de vista ético las fronteras son un invento humano y las personas que no tienen tierra tienen derecho a ir a las tierras que no tienen pobladores, como los que tienen una familia y carecen de trabajo tienen derecho a ir donde hay empleos que necesitan brazos. 

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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