En este año del centenario de la muerte del gran pintor Sorolla, la Comunidad Valenciana ha proclamado 2023 “el año Sorolla”.
Sorolla fue contemporáneo a las vanguardias parisinas, al impresionismo, y a la generación literaria del 98 (pero su estilo es alegre, en contraste con el sentido de pérdida de ese movimiento). Pero no fue considerado por los artistas de su tiempo, al situarse con las élites oficiales. Pronto fue admirado y triunfó, ganó una Medalla de Oro ya en la Exposición Universal de 1900 y estuvo dentro de la Institución Libre de Enseñanza, planes de turismo para España, etc.
Como los impresionistas, sus obras captan la luz, especialmente la mediterránea, con su pincelada luminista. Recuerdo la exposición con sus pinturas en la Alhambra (2011/2012), sobre la luz, con aquellos cuadros preciosos de cipreses y jardines, en memoria de las estancias que tuvo el pintor en Granada en cuatro ocasiones (de 1902 a 1917). Ya en la primera de ellas escribía a su mujer que “la impresión de Sierra Nevada es algo de lo que no se olvida” e hizo el propósito de regresar para pintarla. Y así lo hizo en sus estancias posteriores, queda constancia de cuarenta y seis cuadros, fruto de que quedó deslumbrado por la Sierra Nevada, los rincones de la Alhambra, su belleza e intimidad al estilo árabe. En otros viajes volvía sobre sus recuerdos, haciendo un imagen por sus propias emociones.
Su casa, que entregaría al Estado para un museo, tiene unos jardines que fue diseñando Sorolla a partir de esas visiones de Granada. En mi visita a la exposición citada, me fijé en unas salas con los bocetos que el pintor hizo para su jardín en su casa de Madrid: dos proyectos sucesivos, tomando elementos de Granada y de esculturas clásicas, etc. Ahí aparecían estos versos de Juan Ramón Jiménez: “Mariposa de luz, la belleza se va cuando yo llego a su rosa. / Corro, ciego, tras ella... La medio cojo aquí y allá... ¡Solo queda en mi mano la horma de su huida!”
Poco disfrutó Sorolla de los jardines de esa casa preciosa, pocos años, pues a los tres años de esos bocetos, en 1920, tuvo una hemiplejia y murió.
Esos proyectos me hicieron pensar en los deseos que nos mueven hacia algo más allá de lo tangible, nos transportan siempre más allá… En los días luminosos de Granada, con tantos colores y matices sobre los árboles y montanñas, cielo y fachadas, el pintor que querría apresar tanta belleza en un lienzo. Pero como dicen los versos, cuando casi parece que lo tenemos, se nos escapa. Y así también muchos proyectos en la vida, cuando los vemos hechos realidad, nos sale cierto desencanto pensando: “¿sólo era eso?”
Tenemos ilusiones y deseos, que cuando se hacen realidad nos satisfacen por haberlo conseguido, pero luego se nos pasa el entusiasmo. Nos cansan las cosas… no era eso lo que buscábamos.
Antonio Machado dice: “Érase de un marinero / que hizo un jardín junto al mar / y se metió a jardinero. // Estaba el jardín en flor / y elmarinero se fue / por esos mares de Dios”.
Sorolla se fue hace 100 años, pero dejó su jardín luminoso, y la belleza de sus pinturas nos transportan a un jardín celestial, un paraíso añorado que siempre andamos buscando.
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