Oscar Jolman Cerritos Sanchez. Procedente de Danlí, El Paraíso, Honduras, actualmente pasante en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, de la Licenciatura en Letras con orientación en Literatura y de la Licenciatura en Filosofía. Miembro del Colectivo Letra Ele de Tegucigalpa. Segundo lugar en la rama de poesía en los Juegos Florales de Santa Rosa de Copán en 2021; Segundo lugar del Certamen Nacional de Narrativa Breve Julio Cesar Anariba de Dowal School en 2017. Representante de la UNAH en el FICCUA 2017 en Nicaragua y Tercer lugar en la rama de cuento en el Concurso Nacional de poesía y cuento corto Rigoberto Paredes de la UNAH 2016.
La poesía de Oscar Cerritos, está llena de batallas, tanto internas, como externas. El autor las asume, anestesia y después hace una disección hermosa en cada línea que escribe. Crea y recrea imágenes impensables, mientras los lectores estamos tratando de digerir desde la lectura; cada figura literaria que el poeta, ha decidido transmutar de manera calculada y minuciosa en lo vasto de su poesía.
El hombre, por naturaleza se había negado a pertenecer a algo o alguien, siempre trató en la medida de sus posibilidades ser libre, pero los tiempos cambiaron, llegaron las ataduras tanto físicas como mentales y éstas lo orillaron a un camino diferente, en el que trató de reconfigurar su andar diario, mismo que, lo llevó a modificar su naturaleza y convertirla en lo bello que hoy es la palabra escrita. Entonces, el poeta, desde la intimidad de su obra nos dice:
No queremos salvación
Me doy cuenta de que estamos echados sobre la tierra Como sobre un campo, las flores o los cervatillos; Como el agua de las olas sobre la arena de las playas; Como todo lo que existe y cruje bajo el abrazo del dolor o de la vida. Estamos solos y diseminados por todas partes. Y todo lo que hacemos aquí, son cosas que hace lo vivo; Nacemos desde el fondo de la tierra, Echamos fuera las raíces de la libertad que traemos en la sangre, Amamos con la tempestad de las frutas que se maduran en los árboles, Hacemos el amor con la misma fuerza y deseo Con que la lluvia entrega el agua sobre los campos. Hacemos la guerra y reproducimos el odio con la misma pasión Y el mismo sentido con que los astros se ponen y se quitan en el horizonte. Y aquí reside lo vivo; En toda esa furia y ese espanto y ese dolor y esa ternura. Atravesamos los días y la esperanza con un formidable anhelo, No el de la salvación del espanto o del dolor, Sino el de la prolongación y el del paso de los días, los años Y la vida con la vida de estas cosas en que está todo lo vivo. Y que no nos salven entonces, Que no nos salven del amor, todos los días, De la incertidumbre de no saber la forma ni los caminos, Del miedo del interior, del espejo o de los otros, De la soledad que nos deja amarrados a las estatuas, Que no nos salven de nosotros, Que nos salven si acaso de la vida que no vive, De la vida que se marchita o que se escurre por debajo de la puerta, De la vida que nos quitan, de lo vivo que no vivimos; Que nos salven de salvarnos de lo humano, Que nos salven de las fronteras y de lo inútil que es girar En torno a la conformación y a la espera; Que nos salven de las moscas o de las hormigas, De los pájaros baleados antes del sueño; Que nos salven de la salvación que no nos salva de nada.
Volvemos a nosotros, cuando la vida nos ha dado algunas lecciones hermosas y otras un tanto desfiguradas, a esto le solemos decir “tocar fondo” pero, creo yo, que volver y tratar de sanar, de recuperar lo perdido también es un acto de amor y valentía. El autor lo sabe, también sabe que, es necesario encontrar en la poesía, instrumentos que nos ayuden a darle una forma menos convulsa a la realidad que nos habita. Entonces, con la mano puesta en el desahogo que nos genera la poesía. Para finalizar, el autor nos dice:
Extinguirse o escribir un poema
Toda poesía quiere extinguirse, Anhela el sueño del aire; Puede tomar la forma de un cristal templado, Volverse de arena o de madera; Pero no porque quiera resistirse, Ser eterna, Consistir en lo vivo. Puede que volverse de piedra Sea su intento de despedirse, Su protesta por ser algo más que el hambre O la sed de un hombre O una mujer en un acantilado Queriendo oírse cantar pero Los violines del odio, los volcanes Cantan por los amordazados escondidos en el alma, Y torna en gris la pupila, los senderos y el delirio. No hay manera de existir entre cuerpos sin memoria ni huesos. Por eso la extinción o la ausencia Es el camino que queda para burlar a la muerte, Que está viva y transita entre los pájaros Y reconoce rostros, y llora a los que se mueren; Porque la muerte quiere estar más viva que la vida. En cambio, la vida, Una lejanía y algo amargo, Un hombre que olvida las palabras que había escrito En cada uno de sus huesos evaporados a causa del desierto, Y entonces pregunta sobre lo que sobrevendrá Después de que la guerra Sea la única diosa para amar o extinguirse. Entonces, la extinción, Ser hostil es la misión de la poesía, Y el deber del poeta es algo así como morirse.
|