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Con su acto redentor Jesús salvó la Creación entera

Con Su acto redentor Jesús salvó a la Creación entera,
Vida Universal
viernes, 25 de marzo de 2016, 11:56 h (CET)
No fue Dios quien envió a Su Hijo como víctima expiatoria para reconciliarse con los seres humanos. La muerte de Jesús en el Gólgota no fue otra cosa que la realización de la idea de sacrificio que el adversario de Dios tenía. No se podría decir con una claridad más absoluta: la crucifixión de Jesús no era el deseo de Dios. Y a pesar de que el adversario de Dios tenía la posibilidad de medirse con la luz para apagarla, no lo ha logrado.

Cristo, con Su Acto redentor en el Gólgota, no solo ha redimido a las almas y a los seres humanos, sino que también ha puesto freno a las aspiraciones de lo satánico que era la disolución de la Cuna de la que Dios extrae y crea. Cuando Jesús pronunció el «Está consumado» en el Gólgota eso significó: «Alto. Hasta aquí, y ni un paso más».

Con Su acto redentor Jesús salvó a la Creación entera, también salvó a los animales. Pues quien a los animales con sus almas parciales, les niegue los rayos de vida, como hacen las instituciones, es porque aún está preso en la idea propia de la Caída, de la disolución de las formas, y por eso adora al hombre muerto en la cruz. Pero el cadáver colgado en la cruz después de 2000 años es una burla a Jesús, ya que gracias a la Redención todos llevamos al Redentor en nuestra alma, y Su luz ha salvado a toda la Creación entera. Redención significa por lo tanto: ¡Alto a la disolución!, Satanás ha perdido, y el plan del adversario de Dios ha fracasado.

Pero aquél que viene de abajo, el padre de la mentira, el adversario de Dios que desde el principio era un asesino, intenta desde entonces perjudicar a la Tierra, a los minerales, a las plantas y a los animales, torturarlos con el fin de deformar sus almas parciales, para causar como nunca antes sufrimiento y necesidad a la Creación, porque ahora ve que la Cuna de la que Dios toma y crea está a salvo gracias al Cristo de Dios. En todos los tiempos la sucia mano de Satanás blandió el cuchillo de matarife, para quitarles el hálito de vida a los inocentes animales. Pues todo lo que lleva en sí el hálito de Dios, que son todos los seres que perciben y viven y sienten en la Unidad de la vida, son para Satanás una espina clavada que debe ser eliminada. Sin embargo ya no puede atacar la herencia indisoluble del Hogar eterno.

El Hogar eterno, el Reino de Dios, es y permanece como esencia del núcleo del ser en el cuerpo espiritual divino, tal como nos enseñó Jesús cuando dijo «El Reino de Dios está dentro de vosotros». Es la vida universal en el SER. A Él pertenecen las criaturas que provienen de Dios, del Uno universal, el mundo animal, vegetal y mineral, los seres divinos, los seres espirituales. También nosotros los seres humanos pertenecemos en el origen de nuestra alma al Dios Padre-Madre, a la gran familia de Dios. Todo y todos estamos unidos entre sí y, mediante el núcleo del ser estamos en comunicación con el Uno universal, el Dios Padre-Madre. El núcleo del ser en nosotros, que es el destello redentor, no puede contraer culpa, es incargable, tampoco puede ser destruido por el adversario de Dios, pero con su voluntad destructora patalea causando muerte por doquier y torturas sin sentido sobre todo a los reinos naturales, a los seres humanos y a toda la madre Tierra.

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