En este mundo de locos, hemos pasado de sentirnos orgullosas y destacar los logros de la mujer, a sentir vergüenza por algunas actuaciones y determinadas incongruencias de unas pocas que forman demasiado ruido.
Muchos se repiten que somos unas locas que vemos fantasmas donde no los hay, pero haberlos los hay, lo que ocurre es que hemos estado tanto tiempo viviendo entre ellos que no los vemos y los asumimos como algo normal.
El título de mi artículo es La cuchara de la discordia, porque toda la discusión comenzó por la cuchara de la mahonesa. Ahora sí que os he despistado, ¿verdad?, bueno, se suponía que íbamos a pasar un almuerzo como todos los demás, mirando por las plataformas qué serie podíamos ver y hablando de cómo les había ido a los niños el cole. Tengo mellizos, de quince años cada uno, diez minutos arriba, diez minutos abajo, y el caso es que con quien suelo discutir más es con mi hija, ya que mi hijo suele ser políticamente correcto, y su adolescencia está siendo más relajada que la de mi hija, pero ese día, dijo las palabras equivocadas o quizás las dijo el día equivocado. El caso es que, cuando estábamos todos sentados a punto de comernos los filetes y las patatas que había preparado, mi hijo dice: “ya se te ha olvidado otra vez traerte la cuchara para echarnos la mahonesa, siempre se te olvida, todos los días se te olvida”.
Ya podéis imaginar mi cara, en ese instante mi sangre comenzó a correr acelerada por todo mi cuerpo trasladando la ira a cada uno de los rincones de esa mujer activista y feminista que llevo dentro. Podéis imaginar nuestra discusión, pero básicamente, mi argumentación fue la tremenda burrada que acababa de soltar, la mahonesa era de todos, las cucharas eran de todos, la casa era de todos y, por lo tanto, yo no tenía la exclusividad, éramos un equipo y debíamos distribuirnos las tareas.
Después de darme una y otra vez contra el muro indestructible de la adolescencia, lo único que repetía mi hijo era que solo me había dicho que si me traía la mahonesa, debía recordar traerme la cuchara, que en mi mente feminista estaba viendo cosas que no eran.
Podéis imaginar mi frustración al intentar que entendiese que me importaba un carajo la cuchara de la mahonesa, que era el trasfondo de su comentario el que me había dolido, el simple hecho de que sintiesen que estaba obligada a hacer todo porque era la madre. Y que conste que hago todo lo que hago porque quiero, pero una cosa es que lo haga porque quiera y otra muy distinta que se crean en el derecho de exigírmelo.
En fin, que la cuchara de la mayonesa hizo que terminásemos de almorzar más rápido de lo habitual, mi hija y mi marido se perdieron, y vimos las noticias en silencio.
Una vez en el trabajo, no pude evitar encontrar el lado cómico de nuestra discusión, de ahí ha surgido La cuchara de la discordia, es cierto que de un grano, hice una montaña, pero hay tantas mujeres que luchan cada día por seguir sus sueños y ser buenas madres, que me cabrea que todo se vea como algo normal, algo que debemos hacer porque somos mujeres.
Me gustaría mencionar a una mujer que ha cumplido sus sueños siendo una buena madre, una gran artista, una dulce voz que está triunfando y a quien le esperan muchos éxitos, me refiero a la cantante ecuatoriana Gabriela Franco, compositora, intérprete, y productora musical, que colabora como cantante en la compilación global CANTO PLANETARIO, proyecto literario, plurilingüe y artístico que será publicado dentro de poco por Ayame Editorial, cuyo compilador y gestor cultural ha sido el escritor y poeta nicaragüense Carlos Javier Jarquín.
Gabriela Franco, al igual que otras mujeres, ha luchado por sus sueños, y ha tenido que compaginar el mundo de la música con su familia, siempre con una sonrisa y muchas ganas, una mujer que sirve de inspiración para aquellas que por el simple hecho de ser madres no quieren rendirse.
Lo que está claro con su último tema musical “Mi reflejo”, lanzado con motivo del día internacional de la mujer, es que la mujer no tiene que ser perfecta, no tiene por qué cumplir siempre con las expectativas de los demás, simplemente debe ser ella misma, luchar contra la adversidad y sentirse satisfecha de su camino.
Gracias, Gabriela, por demostrar que las mujeres no solo somos hermosas y bellas flores, sino que, a veces, somos cactus que resisten en el desierto y sobreviven en un ambiente inhóspito rompiendo cualquier predicción.
En el siguiente enlace puedes escuchar el último sencillo musical que esta artista ecuatoriana ha publicado: https://youtu.be/Ml1mchMNVjA
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