Pocas novelas hay en el panorama actual que nos inviten a sumergirnos tan profundamente en la cultura clásica como lo hace Germinación. Su autora, Inmaculada Nocete Priego (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1990), es, como la protagonista de su libro, una apasionada de la filosofía y de aquel mundo perdido que fue germen del nuestro. Además, ha sabido combinar en su debut literario escenas que evocan la Grecia clásica con otras que retratan la vida en un instituto de la actualidad.
¿Cómo nació la idea para escribir Germinación? Prefiero empezar hablando de Apología del deseo, que fue la idea primigenia. La aventura literaria comenzó en la mente de la joven de instituto que encontró como medio de distracción el poner por escrito unas aventuras ficticias basadas en sus emociones o vivencias reales. Cuando tenía quince años, mis padres compraron para casa el primer ordenador, y, aunque al principio no teníamos Internet, descubrí una herramienta que me ayudaría a expresar la creatividad que tenía en esos tiempos. Una vez que tuve posibilidad de conexión, cada noche perdía o «ganaba» el tiempo en el ciberespacio, concretamente en un foro literario de la escritora Laura Gallego García. Mis primeros escritos gustaron bastante y me animaron a seguir participando en estos foros, porque, además de en idhun.net, creaba otras historias de rol del mundo de Harry Potter. Recuerdo un periodo muy divertido y de creación literaria…
Empezando mi proyecto más ambicioso gracias a este foro de Laura Gallego, tras la jornada de instituto me ponía a escribir, y, poco a poco, en cuestión de un año, cada post fue transformándose en capítulos del libro que con el tiempo se formó. El título Germinación es de reciente creación, y se lo puse a la obra una vez que encontré el manuscrito adolescente, lo reescribí y le imprimí esa calidad literaria.
¿Qué tiene Germinación que la hace diferente? Germinación narra una serie de historias desde dos líneas temporales. En primer lugar, el accidente de moto de la protagonista en el presente da paso al recuerdo infantil del pasado. La novedad radica en la historia del presente, que es guiada por el corazón y la transformación de esas experiencias de un grupo de adolescentes que en ese punto son adultos. Es la voz de Europa, nuestra heroína, la que guía como un demiurgo la trama. Muy pocas obras han usado la segunda persona del singular, y por eso tal vez podríamos estar hablando de una narrativa cercana a la metanovela, por tratar historias que van germinando hasta constituir la novela como una flor que tiene que abrirse al mundo. Es una obra interesante porque mezcla de esta forma la tercera persona en ese tiempo pretérito y la segunda, que le aconseja a Europa en el tiempo actual.
También creo que he trabajado una literatura con luces y sombras, homenajeando el estilo más complejo de obras más clásicas o incluso artificiosas, por la cantidad de secuencias descriptivas, poético-metafóricas y simbólicas. Juego mucho con el lector para no dar una literatura fácil y para que se infiera el contenido en función de lo que vamos sintiendo al leer.
Sueles decir que has engendrado tu libro como quien engendra un bebé, ¿tiene mucho en común crear una historia con crear una vida? El proceso generativo abre infinidad de temas de debate sobre el mismo. Son innegables e indescriptibles las emociones y sensaciones que se pueden llegar a experimentar en el proceso de la búsqueda de un ser que es parte de ti, su formación y nacimiento en el mundo real. ¿Son los demiurgos los que han participado con su material biológico o aquellos que asumen ciertas responsabilidades con el nuevo ser?
La teoría del esperpento de Valle-Inclán exponía una idea muy interesante de ver el mundo artísticamente. Nos recordaba que, en aquellas historias antiguas de héroes, estos personajes magnificados nos miraban por encima del hombro y obligaban al autor a estar «de rodillas» bajo su yugo. Con nuevos rumbos literarios, los escritores empezaron a empatizar con sus criaturas y a mirarlas cara a cara, lo que sería una forma de ver el mundo ficcional «de pie». La tercera forma, más propia de las novelas del siglo XX, es la que yo he trabajado. «En el aire», el escritor se sitúa como un astro para saber las pasiones y tormentos de sus criaturas, y es el ente que les da la vida o incluso puede acabar con ella. En mi obra, en cierto modo, estoy en la voz de la conciencia de Europa, para guiar y aconsejar a los protagonistas. Por lo que te podría responder que, metafóricamente, todo escritor crea vida y al igual que un padre o una madre, y tiene ciertas responsabilidades sobre su creación. Por supuesto que las sensaciones reales de engendrar o educar a tu hijo son descritas desde la máxima plenitud amorosa hacia tu semejante. No obstante, siendo partícipe de las penas y alegrías de mis personajes he llegado a desarrollar un instinto maternal ficticio por los protagonistas que me ha hecho sentir hasta mal cuando he decidido, como dios o demiurgo, ponerles más piedras en el camino de la trama.
Mitología, filosofía, la vida en el instituto… Son muchos elementos muy distintos. ¿En qué género clasificarías Germinación? Importantes periódicos de este país la han definido como una obra inclasificable y esto se debe a que ni yo misma puedo definir el producto final. Enseño Lengua Castellana y Literatura y constantemente estoy hablándoles a mis alumnos de cómo los géneros literarios nos ayudan a clasificar las obras y a entenderlas mejor. Confieso que nunca supe encasillar Apología del deseo. Tengo claro que es una novela de ficción. Tal vez, como os he confesado, me siento bastante cercana con aquellas obras que, como El cuarto de atrás de Carmen Martin Gaite, van construyendo la trama a partir de un recuerdo, una experiencia o una emoción que, paso a paso, desencadena todo lo demás hasta llegar al corazón de la misma. Resumiendo, podríamos decir que Germinación es una metanovela.
¿Tienes intención de convertirlo en una trilogía? No recuerdo con claridad si por aquel 2006 o 2007, cuando era una adolescente que escribía esta historia en el foro de idhun.net, yo hablaba de trilogía, porque, si lo hacía, era por la influencia cinematográfica y literaria de grandes productos del momento. El manuscrito se perdió muchos años, y en una edad más madura, en la que me moría por encontrarlo y ponerme manos a la obra, sí tenía claro que yo quería ver crecer a Juan y a Europa. De esta forma, pensé en Germinación con la veintena de los personajes y la mirada retrospectiva en la adolescencia; en un segundo volumen casi en la treintena y con la vista atrás a la etapa universitaria, y con el último volumen que se culminaría con la plenitud personal hasta la vejez.
Tus personajes son muy profundos, con muchos matices, ¿cómo es el proceso de desarrollo de los mismos? Mis personajes son de carne y hueso porque escribo desde la experiencia. Estos guerrean y se forjan según los deseos de sus corazones y elecciones vitales. Si hay alguna historia real que he querido denunciar, si he mostrado las fortalezas o debilidades de mis creaciones o si he desarrollado personajes muy variopintos se debe a que en lo más profundo de mi memoria hay un recuerdo que me dice que yo también he vivido esa injusticia, que he visto a esa persona rota o eufórica y que con el tiempo he conocido variadas personalidades. El proceso es experiencial, después se perfilan los avatares y se les dota de personalidad propia.
¿De qué aspecto de tu libro dirías que estás particularmente orgullosa? Estoy muy satisfecha con todo el resultado, desde el proceso de escritura hasta la elaboración de las ilustraciones y, por supuesto, de la edición y publicación. Lo que me llena de orgullo es que he sabido dejar contenta a la Inma adolescente, dejando tal cual la esencia de la trama y bastantes diálogos, y encontrarme con la escritora adulta que quería hilvanar a la perfección todas las tramas. Al igual que el nombre de cada parte de mi primer volumen, ha sido un proceso de catábasis por mi yo del pasado, anábasis en su reelaboración y anagnórisis o reconocimiento de la filóloga adulta que soy.
Empleas un léxico muy cuidado, ¿tiene esto que ver mucho con tu faceta de profesora de Lengua? Mi formación está relacionada en cierta medida. Por contra, confieso que tengo un propósito personal cuando escribo y es el retorno a esa literatura más clásica que te hacía reflexionar, inferir los sentidos aunque no conocieras una palabra y despertar el interés por querer aprender más nuestra lengua. Desde mi punto de vista, la literatura tiene que llegar a todo el mundo, y por eso tiene que tener diferentes niveles de dificultad. Con lo que no comulgo es con una literatura rápida, vacía y necia que empobrece el idioma, la mente y el alma. Tristemente, estos son los productos que les ofrecemos a nuestros adolescentes, y luego me encuentro, por ejemplo, que en segundo de bachillerato el alumnado no conoce el significado de la palabra irascible o no sabe deducirlo por su etimología. Creo que, si no planteo un reto en la lectura, he fracasado como escritora. Mi obra puede que sea criticada por su complejidad o por usar de vez en cuando algún cultismo o sentido metafórico…; me da igual. Yo he escrito una novela valiente, lo que he querido para un público que sí se atreva a adentrarse en ella sin juzgarla por su número de páginas o por una palabra que no se entienda.
¿Cuáles dirías que son tus referentes literarios? Me gusta mucho Isabel Allende porque siempre tiene un mundo bien trazado a partir de sus emociones; Federico García Lorca, porque no necesitaba adeptos a su arte, sino amantes; Roald Dahl, por ser un autor considerado con la infancia y denunciar la crueldad de los adultos; Laura Gallego, por enseñarme el mundo de fantasía; J. K. Rowling, por hacerme creer en la magia de la lectura; Pío Baroja o Camilo José Cela, por escribir la verdadera crudeza de la vida; Michael Ende, por plantearme retos; Umberto Eco, por enseñarme a leer filosofando y a pensar sobre temas lingüísticos de interés; Antonio Gala, por su sensibilidad… Cualquier pieza escrita ha podido ser un referente, mi mayor tesoro y fuente de deleite.
¿Qué te dicen los lectores sobre tu obra? Señalan la cuidada edición, la belleza de la narrativa, la profundidad psicológica de los personajes, el empleo de alegorías y las sorpresas que el lector va encontrando con la lectura, que en un primer momento parece «blanda», pero que se va ensombreciendo. Además, han sido alabadas las disertaciones filosóficas y la contextualización de injusticias sociales con explicaciones de la Antigüedad Clásica, el uso de los mitos o de enseñanzas basadas en la ética y la justicia. No olvidemos que Europa, nuestra protagonista de Apología del deseo I. Germinación, es una apasionada de este periodo.
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