Cuando parece que tu capacidad de asombro está agotada, cuando te crees que ya has visto cuanto de interesante hay a tu alrededor, de pronto te encuentras con actos y actitudes que te hacen continuar depositando tus esperanzas en las personas que te rodean. Este fin de semana he asistido a unas bodas de plata. En estos tiempos estas celebraciones no son muy corrientes. Vivimos en un entorno en el que las separaciones y divorcios superan en número a los matrimonios celebrados. Hasta el punto en que se celebran tanto las despedidas de solteros-solteras como las de casados-casadas. La renovación de los votos matrimoniales, a la que he asistido, se ha celebrado en una de las ciudades satélites de Madrid, en una parroquia pobre en un barrio pobre. En un entorno pleno de emigrantes de todas las zonas, especialmente hispanoamericanos, extremeños, africanos y algunos andaluces. La sorpresa surge cuando la ceremonia, extraordinariamente diseñada y preparada por todos, describe, a lo largo de su contexto, la vivencia de los contrayentes dentro del barrio a lo largo de los últimos 25 años. Se trata de un matrimonio de médicos malagueños que han desarrollado todo su recorrido profesional en esa población. Un geriatra y una especialista en urgencias que llegaron allí apenas acabadas sus carreras y que han ampliado su familia con tres hijos. Su vida familiar, profesional, cristiana y urbana es todo un ejemplo de fusión. Fusión de razas, clases sociales, económicas, culturales, religiosas y edades. Pero todo ello basado en la vivencia, la experiencia y la integración. Nada de palabras vacías, promesas y luchas sobre el papel. En su caso se ha tratado del “picar piedra” día a día. De tener unas casa y una cocina abierta a quién lo necesite y una renuncia a una “clase social privilegiada” para integrarse en el común de los mortales de dicho barrio. De ser sal y luz al puro estilo evangélico. Toda esta realidad se manifestó a lo largo de la celebración. Uno tras otro los distintos componentes de la comunidad fueron manifestando su experiencia vital junto a los contrayentes, amigos, vecinos, pacientes, hijos, padres, hermanos y todo el resto de los asistentes, fueron completando el puzzle vital diseñado por los protagonistas del acto. Todos traían pequeños regalos en forma de fotos, flores, palabras, recuerdos… Todo un muestrario de expresiones de afecto y de agradecimiento. El momento cumbre del acto se presentó en el momento en que unas cuarenta mujeres mayores –bastante mayores- comenzaron a interpretar –bastante bien- una canción en honor de “los novios”. Todas eran pacientes de ambos médicos. Se traslucía el agradecimiento. Una gran noticia. Un ejemplo a seguir. En un día en que se celebra la vida, hemos asistido a un canto a la vida plena. En un tiempo en el que se airean las bodas VIPS en las televisiones y las revistas, una boda sencilla, pero llena de contenido, como la que pude vivir este fin de semana, te hace recuperar la esperanza en un mundo mejor, hecho de actos sencillos pero profundos.
La segunda buena noticia que les transmito, es que se trata de las bodas de plata de mi hijo mayor. Que quieren que les diga. La felicidad es mucho más grande cuando es compartida. Al final uno se siente un poco sal y luz.
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