Lo que el río Nilo fue para Egipto, un don al decir de Herodoto, para países mediterráneos de Sudamérica devino en maldición. Una fuerte disputa por la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, en la primera mitad del siglo XIX derivaron en una disputa entre las principales potencias europeas de la época, Inglaterra y Francia, con el gobierno de Buenos Aires.
El 20 de noviembre de 1845, en aguas del río Paraná, sobre su margen derecha y en el norte de la provincia de Buenos Aires (Argentina), en un recodo donde el cauce disminuye de ancho y gira, se produjo la Batalla de la Vuelta de Obligado, entre nativos sudamericanos y una poderosa flota anglo francesa que intentaba forzar la libre navegación de ríos bajo soberanía argentina y paraguaya.
A pesar de una abismal diferencia en poderío militar entre europeos y sudamericanos, la firme determinación de resistir del gobernante argentino Juan Manuel de Rosas, así como su sagacidad política y diplomática, acabó en un sorpresivo triunfo sudamericano.
Todo esto sería mera palabrería anecdótica, si no fuera por un deja vú que casi dos siglos después se presenta como un espectro vestido de barras y estrellas a lo largo de casi seiscientos kilómetros de río bajo "soberanía paraguaya", y si no fuera porque los 1238 kilómetros del río Paraná bajo "soberanía argentina" estuvieran totalmente concesionados a empresas extranjeras a la región.
Los gobiernos de Paraguay y de los Estados Unidos de América suscribieron un Memorándum de Entendimiento al respecto, a través de la Cancillería paraguaya, en lo que el analista Hugo Ruiz Díaz considera un intento de desestabilización regional y un atentado contra el MERCOSUR.
Argentina ensayó en respuesta un peaje a la circulación, en lo cual según el afamado escritor argentino Mempo Giardinelli " la presencia norteamericana en los 542 kilómetros de río bajo soberanía paraguaya" entra a tallar.
Aunque según el mismo autor argentino, las concesiones de Menem tres décadas atrás socavan la autoridad moral de Buenos Aires en la cuestión.
La presencia de empresas europeas y militares norteamericanos en los ríos sudamericanos hoy reproduce los conflictos que en su tiempo enfrentaron Carlos Antonio Lopez y Juan Manuel de Rosas, aunque algunas circunstancias se hayan invertido.
La obstinada determinación del paraguayo López en lograr la independencia paraguaya en 1845, y la firmeza de Rosas para defender sus aguas soberanas, han devenido en el afán integracionista de un maltrecho MERCOSUR.
Ya la desinteligencia entre intereses de la región derivaron en 1865 en una cruenta guerra inspirada y sufragada por el imperialismo inglés y sus intereses comerciales, en los cuales los ríos hoy involucrados otra vez en estas disputas tuvieron mucho que ver.
Esclarecer por qué tantos errores se repiten entre los responsables de estos enredos, nos lleva a concluir el deficitario conocimiento de argentinos y paraguayos de su propia historia real. Por más que los defensores de la flaca memoria tributaria a los imperios de turno digan lo contrario. LAW
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