La complicada vida que nos tocó vivir, en general, a los que nacimos en los difíciles años 30 del pasado siglo, nos sirvió para madurar antes de lo previsto y para valorar los estimables logros de todo orden que alcanzamos con muy pocos medios y bastante esfuerzo. Por eso creo que las frecuentes alusiones despectivas que algunas personas (nacidas después de 1980) hacen a nuestra generación, están fuera de lugar y merecerían un rechazo generalizado de la sociedad.
Quisiera pensar que estos comportamientos obedecen más a ignorancia que a cualquiera otra razón, y por eso voy a hacer unas cuantas consideraciones sobre esta cuestión para saber de dónde partíamos.
Primera. ¿Sabrán, por ejemplo, estas personas que el censo de España en el año 40 lo formábamos veintiséis millones de personas? ¿O que los niños entre y 6 y 10 años alcanzaban un porcentaje de alfabetización de sólo el 50%? ¿Conocen que una orden de 2 de febrero de aquel año señalaba que “el subsidio de vejez se fija en 90 pesetas mensuales”? ¿O que había un censo muy pequeño de mujeres trabajadoras? ¿Y qué hubo un gran movimiento migratorio entre 1945 y 1975?
Pues ese era, ni más ni menos, el dibujo fiel de una situación en la que una gran cantidad de jóvenes de ambos sexos, tuvimos que vencer para salir adelante, debido a las precariasposibilidades económicas y sociales de ese período. Ello nos impulsaba a ser más responsables de nuestros actos; a comprender mejor el papel generoso y sacrificado de nuestros padres para que, nosotros, sus hijos, (en algunos casos, formando familias numerosas) pudiéramos labrarnos un futuro que superara al generalmente complicado presente de ellos mismos.
Y fíjense: los actuales pensionistas, trabajadores activos en 1963, tenían un salario mínimo de 1800 pesetas, que equivaldrían a lo que hoy son 11 (once) euros. Es verdad que los precios estaban en consonancia, y que no había prácticamente impuestos a las rentas del trabajo y un tipo muy bajo del ITE, precursor del carísimo IVA. Pero no es menos cierto que en España se hicieron muchas cosas (miles de pantanos, millones de viviendas, carreteras, puertos, aeropuertos institutos, universidades, alojamientos turísticos y un sinfín de empresas públicas y privadas) de las que todos los que formamos parte activa de esa generación nos sentimos orgullosos cooperadores y merecedores de un respetuoso reconocimiento.
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