Setenta años de corrupción no bastan para desenmascarar a la ONU, pero deberían haber servido para que los líderes de la comunidad internacional puedan anticipar las intenciones de algunos de sus burócratas, cuando hablan de “restablecer” misiones que han fracasado en toda la línea.
Setenta años de fraude, corrupción, amiguismo, estafas, acosos sexuales, violaciones, torturas, pederastia, sobornos, mala gestión y catastrófica administración es lo que algunos piden que vuelva al Sahara, solo por la carencia del valor de aceptar una realidad incontrastable.
Temeroso de perder el negocio, el secretario general de la ONU Ban Ki Moon ha decidido redactar un informe hostil a Marruecos sobre su gira turística por el norte de Africa, donde logró el dudoso honor de ser el primer titular de la organización en sufrir el repudio masivo de decenas de miles de personas.
Ban Ki Moon se ha sacado la careta y ha decidido enseñar al mundo su verdadero rostro: el de abogado de la corrupción. No bastan los informes realizados por investigadores de la Unión Europea que demuestran la enorme malversación que realiza Argelia de la ayuda humanitaria, ni la evidencia de que el número de mal llamados refugiados es totalmente adulterado.
No bastan las denuncias del enorme fraude que la misma MINURSO perpetraba durante sus funciones en el Sahara Occidental, que los mismos partidarios del POLISARIO calificaban como una farsa día y noche.
No bastan con las burlas de publicaciones satíricas, que insinúan gráficamente el regreso de las secretarias VIP al Sahara con las hordas de corruptos capitaneados por Moon.
Para comprender estos sucesos, solo basta leer a Eric Frattini, autor del libro “ ONU- Historia de la corrupción”, y repasar las veces que la ONU ha sido parte en guerras de Africa, cómo ha lucrado y obtenido beneficios de supuestas misiones humanitarias repartiendo comida y medicamentos, hasta llegar al infame de negociado con Irak de “petróleo por alimentos”. La misma adquisición por las Naciones Unidas del terreno en el cual se encuentra hoy su sede en New York, a la nunca bien ponderada familia Rockefeller, había sido un acto de corrupción inmobiliaria.
Como una pequeña mancha más en este interminable contexto, la banda separatista Frente Polisario demuestra una vez más su doble discurso, clamando por el regreso de sus cómplices en el negocio de la ayuda humanitaria, con los cuales se repartían ganancias, y dan por descontado que pueden apelar a la complicidad de Ban Ki Moon.
El retiro de la MINURSO les hubiera dado la oportunidad de hacer la guerra con la que hace meses venían amenazando, pero en lugar de empuñar los fusiles, como cobardes y pusilánimes desertores, rompen en llanto implorando de rodillas a su amigo surcoreano que les envíe de vuelta la misma MINURSO a la cual se cansaron de vilipendiar.
Poco importa que solo sea por dos meses más, la consigna es lograr una prórroga para la impune corrupción que se niegan a desmantelar en el Sahara Occidental.
Ya lo advertía Francis Bacon, es difícil hacer compatibles la moral y la política. Y si cuando hablamos de política nos referimos a la política internacional administrada por una organización liderada por Moon, ni hablar.
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